Miguel Figueroa, biólogo especialista en comportamiento humano primitivo, explica por qué una persona cambia su forma de ser al obtener poder, en algunos casos aislándose de emociones como la empatía y la capacidad de escuchar.
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Es común observar que cuando una persona asume una posición de poder, su comportamiento cambia notablemente. Este fenómeno, visible en muchas personas, despierta la pregunta: ¿por qué ocurre esto? Según Miguel Figueroa, biólogo especialista en comportamiento humano primitivo, la sensación de poder puede desencadenar cambios hormonales significativos en el cerebro, alterando nuestra percepción y comportamiento.
La hormona de la testosterona juega un papel crucial en este proceso. Al recibir un cargo importante, nuestro cerebro se inunda de testosterona, lo que, a su vez, provoca un aumento de dopamina. Esta combinación nos hace sentir placer y, de alguna manera, nos vuelve adictos a esta sensación, lo que explica por qué muchas personas en posiciones de poder se aferran tan firmemente a él.
Sin embargo, este cambio hormonal no solo tiene efectos positivos. La testosterona y la dopamina también pueden hacer que las personas se vuelvan menos empáticas y más autoritarias. Estos efectos asociados con el pode plantean desafíos importantes tanto para quienes ostentan el poder como para quienes los rodean.
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El cerebro bajo la influencia del poder
Figueroa explica que la testosterona tiene un doble efecto en el cerebro: aumenta la agudeza mental y la capacidad de liderazgo, aspectos esenciales para dirigir efectivamente. "Te vuelves más hábil cuando tienes poder, porque estás liderando una tribu y debes ser más habil que el promedio", señala. Este incremento en la capacidad cognitiva es una ventaja evolutiva clara.
Pero esta ventaja viene acompañada de un precio. La dopamina, el "neurotransmisor del placer", que se libera junto con la testosterona, puede llevar a una especie de adicción. Esta adicción no solo despierta el deseo de mantener el poder, sino que también puede distorsionar el comportamiento. "El cerebro se vuelve adicto a la dopamina", enfatiza Figueroa, lo que explica por qué las personas en posiciones de autoridad a menudo tienen dificultades para soltar el poder.
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Comportamientos problemáticos
Dos de los efectos negativos más notables del poder, según Figueroa, son los siguientes:
- Disminución en la capacidad de escucha. Las investigaciones demuestran que las personas en posiciones de poder tienden a ser menos receptivas a las opiniones y necesidades de los demás. "Una persona con poder escucha menos; su cerebro y sus oídos están menos atentos a lo que pasa a su alrededor", explica.
- Además, las personas con poder tienden a interrumpir con frecuencia a los demás. Esta interrupción constante surge de la suposición de que ya conocen la información que se les está proporcionando, lo que les lleva a no prestar atención completa a las conversaciones. "Interrumpen constantemente porque asumen que saben más de lo que uno sabe", añade Figueroa.
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Recordando la humanidad en el poder
Para contrarrestar estos efectos negativos, es esencial que las personas en posiciones de poder sean conscientes de su humanidad y de la temporalidad de su situación. Figueroa subraya la importancia de recordarles que son unos "humanos más" y que su tiempo en el poder en algún momento terminará. Este recordatorio puede ayudar a disminuir los comportamientos negativos asociados con el poder y fomentar una actitud más humilde y empática.
Finalmente, el biólogo sugiere que las posiciones de poder deben tener límites claros en su duración. "Los mandatos tienen que tener un tiempo obligatorio de caducidad", afirma, para evitar que las personas se vuelvan demasiado adictas a los privilegios y placeres que conlleva el poder. Esta limitación es fundamental para garantizar que el liderazgo se mantenga equilibrado, beneficiando tanto a los líderes como a sus seguidores.
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