El psicoterapeuta familiar José Baldeón explora cómo los vínculos formados durante la infancia pueden moldear nuestra personalidad en el futuro.
La infancia es una etapa crucial en la formación de nuestra identidad, y los vínculos establecidos durante estos primeros años tienen un impacto profundo en nuestra vida futura. Mientras que muchas personas experimentan una infancia bastante positiva, lo que se refleja en una personalidad saludable en la adultez, hay otros que experimentan situaciones contrarias.
El desarrollo de una identidad saludable se basa en los vínculos formados durante la infancia. Según el psicoterapeuta de familia José Baldeón, nuestra identidad se moldea a partir de las relaciones que tenemos con nuestros padres y la relación que ellos mantienen como pareja. Estos primeros vínculos influyen en cómo pensamos, sentimos y actuamos en la vida adulta.
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La influencia de los primeros mil días
Para José Baldeón, existe un período crítico que califica como “lo que nos marca en la vida”. Los primeros mil días, que abarcan desde el embarazo hasta los dos años, son sumamente cruciales para el desarrollo emocional del niño.
Según Baldeón, durante este periodo la relación entre la madre y el bebé es fundamental para el desarrollo futuro del niño. Los recuerdos emocionales se forman incluso antes de que el bebé tenga memoria racional, impactando su desarrollo a lo largo de la vida.
Esta conexión emocional experimentada durante el embarazo y los primeros años de vida es vital. Un entorno estresante para la madre, por ejemplo, puede elevar los niveles de cortisol en el bebé, afectando su bienestar emocional. Por lo tanto, lo que se experimenta durante estos primeros días puede perdurar a lo largo de la vida.
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El rol del padre y la dinámica familiar
Aunque el rol de la madre es crucial, el del padre no debe subestimarse. Un padre distante o conflictivo puede desestabilizar a la madre, afectando así su capacidad para proporcionar un entorno emocionalmente seguro para el bebé.
“Por eso, los papás lo mejor que pueden hacer es tratar bien a la mamá, relacionarse bien con ella, para que ella esté estable psíquicamente y pueda tener una relación estable con el bebé, lo que permitirá que el niño crezca con una identidad saludable,” recomienda José Baldeón.
Otro punto importante es que los conflictos entre los padres, ya sea durante el matrimonio o en una separación, pueden ser perjudiciales para los hijos. La clave está en mantener una relación respetuosa y constructiva entre los padres para minimizar el impacto negativo en los niños. Las disputas y el ambiente conflictivo pueden resultar más traumáticos que la separación en sí misma.
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Consecuencias y recomendaciones
Las heridas emocionales resultantes de una infancia difícil pueden manifestarse en problemas de autoestima y dificultades en las relaciones personales en la adultez. El impacto de un vínculo negativo con los padres puede afectar la capacidad de una persona para establecer relaciones saludables en el futuro.
Para mitigar estos efectos, es esencial que los padres trabajen en sanar sus propias heridas y en mantener una relación constructiva entre ellos. Las intervenciones tempranas y el apoyo psicoterapéutico pueden ayudar a abordar y reparar los daños emocionales, permitiendo a las personas desarrollar una identidad más saludable y resiliente.
En conclusión, los primeros años de vida y la calidad de las relaciones familiares tienen un impacto profundo en el desarrollo emocional y psicológico de una persona. Cuidar y mejorar estas relaciones puede marcar una gran diferencia en el bienestar a largo plazo de los hijos.
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