En el videojuego de 2013, el hongo Cordyceps se expande por esporas, pero en la serie ‘The Last of Us’ funciona de forma muy diferente.
La serie de The Last of Us es una de las más exitosas de los últimos años y demuestra que sí es posible adaptar un videojuego como serie o película, incluso tomándose licencias con respecto al título original.
Y es que la serie, pese a que calca en muchas oportunidades escenas tal como sucedieron en el juego, incluyen otras o cambian algunas partes para darle coherencia narrativa en este nuevo formato. Uno de los más comentados es la forma en la que el hongo se expande y los creadores han explicado por qué sucede esto.
La diferencia del Cordyceps en la serie y el juego
En el videojuego de The Last of Us de 2013, los hongos Cordyceps, que existen en la vida real, se expanden por esporas, por lo que los sobrevivientes deben usar máscaras para cubrir sus rostros mientras caminan.
En la serie, sin embargo, esto no sucede así, sino que los hongos están conectados mediante una especie de red que siente el resto de infectados (en la vida real también existen, pero para compartir nutrientes). Para contagiar a los nuevos, los muerden para expandir sus raíces.
Neil Druckmann, creador del juego y parte activa en la serie, ha explicado por qué se ha realizado este cambio.
“La serie está tomando un acercamiento más realista a la historia al mundo. Si queremos tratarla de forma realista, y hay esporas, los personajes tendrán que usar máscaras de gas todo el tiempo, y de ese modo perderíamos mucho de lo que es importante en este viaje, eso que está sucediendo en sus ojos, en sus almas, en sus personas. Por ese motivo decidimos encontrar otro vector”, menciona.
Las redes fúngicas añadidas a la serie provocan que el miedo del usuario cambie porque si te topas con un infectado en una parte de la ciudad, el resto, que se encuentra en otros lugares, también podrá reaccionar.
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Un nuevo nivel de miedo: un beso
Al respecto, Druckmann también habló sobre el [SPOILERS] el beso que recibe Tess de un infectado antes de hacer explotar todo el Museo.
En estas imágenes, muy incómodas para el espectador, el infectado expande sus tentáculos por la boca de forma “amistosa”, sin necesidad de matarla directamente.
“Queríamos que estas cosas se sintieran conectadas, que ataquen como una masa. Pero también queríamos cambiar cómo se pasa [el hongo] de una persona a otra, y se volvió algo perturbador”, señala.
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