Está en Netflix, HBO Max, Star+... nadie que tenga un servicio de 'streaming' puede excusarse de no ver 'The Office'. Incorrecta, hilarante y de gran corazón, echamos un vistazo a la vigencia de esta comedia.
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He aquí una paradoja: en pleno apogeo de la cultura de la cancelación, la incorrecta "The Office" es una de las series favoritas en los servicios de streaming. Este mes volvió a Netflix (donde en Estados Unidos fue la más vista en 2020), pero curiosamente todavía sigue disponible en el catálogo de otras plataformas, como HBO Max, Amazon Prime Video, Star+ y Paramount+, sin ningún plan a la vista de ser retirada. Es la serie que está en todos lados.
Su lugar de nacimiento fue el Reino Unido, en 2001, y su creación se la debemos a Ricky Gervais y Stephen Merchant. En síntesis, "The Office" es un falso documental que registra la vida oficinesca de un grupo de empleados de la empresa papelera Wernham Hogg, dirigidos por David Brent (Ricky Gervais), un jefe extravagante con vocación de comediante que gasta bromas de dudoso gusto a su personal. Pero esta versión apenas duró dos entregas. Porque el despegue internacional de la ficción tendría lugar años más tarde todavía, en Estados Unidos.
Bajo la mirada del productor Greg Daniels (la mente detrás de "Los reyes de la colina"), la comedia ideada por Gervais adquirió un nuevo cariz en 2005. Pese a que la primera temporada estuvo guiada por la consigna de que "se vea y se sienta como el programa británico", según contó en 2020 el showrunner a The Guardian, las otras ocho debieron tomar elementos del formato de una sitcom (comedia de situación) norteamericana frente al peligro de que casi los cancelen, como admitió en la misma entrevista el guionista Michael Schur.
Sin embargo, cierta esencia de la original se mantuvo. A ello contribuyó la presencia de Gervais y Merchant, quienes fungieron de guionistas y productores, que junto al rosario de otros escritores consiguieron que un humor sutil e inteligente abriera nuevos horizontes en la pantalla chica. Una influencia que ha dejado huella en otras producciones y que hoy podemos ver en una serie como "Severance", por ejemplo. Tan a "contracorriente" se sintió "The Office" en su época que, como señaló una vez el guionista y actor B.J. Novak, "no solo no había audiencia en el estudio, ni siquiera había música".
"The Office", una serie con capas
La nueva versión de "The Office" recargó las tintas. Los secundarios como Jim Halpert (John Krasinski), Pam Beesly (Jenna Fischer), Dwight Schrute (Rainn Wilson), entre otros, tuvieron la oportunidad de desarrollar sus propios arcos argumentales. Y el papel estelar fue a parar a manos de Steve Carell, quien dio vida a Michael Scott, jefe de una sucursal de la empresa papelera Dunder Mifflin —ubicada en Scranton, Pensilvania (EE.UU.)—, que somete a sus trabajadores a chistes reprobables por su racismo, machismo y homofobia descarada.
"El personaje de Michael Scott en la primera temporada te causa repulsión, y el gran éxito de la versión estadounidense fue suavizarlo, sin dejar de tener estos momentos incómodos", manifestó al respecto el periodista Diego Pajares Herrada para RPP Noticias. "A los gordos los ridiculiza, a los ancianos también, pero 'The Office' es rica por eso, porque pone sobre la mesa una discusión: ¿esto lo hacen para provocar o para reírse?", reflexionó. Y en esa ambigüedad, que a veces linda con lo censurable, radica su complejidad y también su encanto.
Para el integrante del podcast "Entendí Esa Referencia", los temas que "The Office" propone pueden ser fuente de los más intensos debates: desde elegir sus mejores cold opening (fragmentos que aparecen al inicio de cada episodio y en los que la serie fue una maestra) hasta las posiciones encontradas que producen los adorables (insufribles, para algunos) Jim y Pam. "La magia de 'The Office' es el hecho de que puedas analizar tantas capas en una comedia con una premisa tan simple: la vida en la oficina", afirmó. Un día en la vida, a fin de cuentas, también es eso: un trabajo "estúpido, maravilloso, aburrido y asombroso", como dijo Jim Halpert en su memorable final.
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El encanto de las cosas ordinarias
Aunque en las primeras temporadas "The Office" se propone ser una serie realista, las situaciones que se producen al interior de Dunder Mifflin suelen derivar en el absurdo. Es una ficción en la que toda una oficina, por ejemplo, le da santa sepultura a un pájaro muerto. Ese tono, que dialoga tan bien con los comportamientos de Michael Scott y Dwight Schrute, se intensifica en las entregas posteriores, cuando los personajes empiezan a parecer caricaturas (como Kevin Malone, interpretado por Brian Baumgartner) y las tramas enloquecen. Hay una vocación por el sin sentido y lo "cringe".
Pero existe un elemento de sátira en el fondo que permite identificar nuestras taras sociales. "'The Office' como reflejo de cada espectador", ensayó Pajares Herrada. En ese sentido, quizás esta época que cancela contenidos políticamente incorrectos sea la más apropiada para captar lo que debajo de su superficie nos dice la serie que Billie Eilish vio 14 veces. Un reciente artículo en The Atlantic, por ejemplo, señalaba que el ultraconservadurismo actual puede explicarse a partir de Dwight, un empleado amante de las armas, misógino, racista, ignorante, de quien podemos reírnos sin pena cada vez que Jim le hace una broma pesada.
"Puede ser que hayan querido llevar al extremo el ridículo de lo que cree un estadounidense promedio. Es una serie de humor inverso", sostuvo Pajares Herrada. Y, sin embargo, sus personajes son más que arquetipos (o estereotipos, según se vea). Pues si bien los más repudiables llevan consigo una investidura de bufón, también son objeto de adoración y empatía. El personaje de Steve Carell refleja esto de manera clara: podemos repudiar a Michael Scott, pero al mismo tiempo reconocer en él a alguien genuinamente preocupado por sus trabajadores, a quienes considera su familia.
Pese a su camino errático, los personajes de "The Office" terminan por encontrar un cauce y evolucionan en sus nueve temporadas. Ya anticipada desde su segunda entrega, donde el tono pesimista de la primera ha desaparecido, una luz led de esperanza ilumina las vidas de estos oficinistas que día a día, sentados en sus cubículos, deben soportar el humor de su jefe, pero también el de ellos mismos. "La belleza en las cosas ordinarias, ¿no es ese el punto?", dice Pam hacia el final de la serie. Allí es donde la comedia, ese lugar donde la mente va a hacer cosquillas, ocurre. Y nosotros solo reímos. A carcajadas.
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