La precuela de “Breaking Bad” centrada en el abogado Saul Goodman llegó a su final. ¿Por qué razón es una de las series más importantes de la última década? A continuación, un análisis del lugar clave que ocupa en la televisión contemporánea. Atención: hay SPOILERS.
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Con el último episodio de “Better Call Saul” estrenado este 16 de agosto, ya es momento de pensar en que estamos ante el apogeo de una nueva edad de oro de la televisión. O quizás frente a su canto de cisne, según el optimismo de cada espectador. Luego de una tercera época, inaugurada por “The Sopranos” en 1999 y continuada por títulos como “The Wire”, “Mad Men” y la misma “Breaking Bad”, lo último de Vince Gilligan y Peter Gould se suma al portafolio de series que dan en la diana del éxito comercial sin renunciar a ser un producto televisivo audaz y valioso en el plano narrativo y estético. Algo más que solo entretenimiento.
Porque junto con “Succession”, “The Boys”, “Severance”, entre otras, la ficción sobre el abogado de poca monta Saul Goodman (Bob Odenkirk) retoma aquello que el crítico Brett Martin anotó en su libro “Hombres fuera de serie”: “una forma de arte propia”. Gracias a un guion enhebrado con silencios y un estilo visual deudor de una cinematografía de alto vuelo, “Better Call Saul” sobresale en un periodo en el que las plataformas de streaming pueden llegar a saturar al espectador promedio con una producción desbordante de historias sobre superhéroes, multiversos y dramas centennials.
Cocinada a fuego lento, la serie se inclinó desde un inicio por hundir las narices en la psicología de sus personajes antes que privilegiar la acción de alto voltaje. Si “Breaking Bad” tuvo en “La Mosca” un episodio que se salía del corsé de la narración estándar, ¿cuántos del mismo tipo nos otorgó su precuela? Bastó ver su sexta temporada: hacia poco más de la mitad, Gilligan y Gould decidieron matar a su más grande villano, Lalo Salamanca (Tony Dalton), para desacelerar el ritmo frenético, imponer un anticlímax y centrarse en quien debía llevar el peso del drama: el estrafalario abogado, convertido en amigo del cartel.
Así, al sumergirse en los vínculos de sus creaturas, y sus respectivas fricciones, “Better Call Saul” trajo de vuelta el aliento shakesperiano que oxigenó buena parte de la tercera edad dorada de la pantalla chica. Los dramas familiares, las luchas de poderes, las pasiones humanas y otros temas que llevó al límite el Bardo de Avon —responsable de inventar lo humano, como diría el crítico Harold Bloom— pudieron verse reproducidos nuevamente en un Albuquerque transformado casi en una necrópolis. Fue, para usar el título del libro del escritor Jorge Carrión, ‘teleshakespeare’ en estado puro.
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“Better Call Saul”, ni mejor ni peor que “Breaking Bad”: solo a la misma altura
En diciembre de 2013, hubo un unánime aplauso cuando Vince Gilligan anunció que lideraría una precuela de “Breaking Bad”. El sello del showrunner era sinónimo de calidad, garantía de que los altos niveles creativos alcanzados con el tándem White y Pinkman se mantendrían en una nueva ficción. Pero, de inmediato, varios críticos también alzaron las cejas: ¿para qué continuar dando vueltas alrededor de una historia que ya lo había dado todo? ¿Qué tanta novedad podía esconder bajo sus ternos coloridos ese hombre de leyes, experto en lavar dinero y servir a narcotraficantes egomaníacos?
La primera temporada, estrenada en febrero de 2015, despejó cualquier duda. Pues si bien “Better Call Saul” conservó ecos de su serie madre y evocó cierta nostalgia por ella, al mismo tiempo ofreció sobradas muestras de autonomía. Después de su cierre magistral, ya no deberían quedar vacilaciones de lo que esta serie obtuvo por su cuenta. Fue como un nacimiento: el cordón umbilical que la sostuvo al principio se desprendió a medida que nuevos personajes iban emergiendo y ganando terreno en la historia de Jimmy McGill, devenido en Saul Goodman, y luego convertido en el prófugo Gene Takavic.
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Más allá de revisar el pasado de los ya conocidos Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), Héctor Salamanca (Mark Margolis), Gustavo Fring (Giancarlo Esposito) y otros, el spin-off convocó un equipo de secundarios —letrados, narcos y estafadores— sobre cuyos destinos nadie sabía nada. La abogada Kim Wexler (Rhea Seehorn), por ejemplo, despertó una creciente curiosidad en su búsqueda por encontrar su lugar entre ser cordero o lobo. Y lo mismo ocurrió con Chuck McGill (Michael McKean), el hermano hipocondríaco de Saul, dueño de una ética imperturbable, que presagió de lo que sería capaz el único familiar que le quedaba.
A ellos dos valdría sumar al criminal Ignacio ‘Nacho’ Varga (Michael Mando) y el abogado Howard Hamlin (Patrick Fabian), a quienes también se les dotó de un significado auténtico en una ficción que, lejos de abusar del cliffhanger y con la elipsis como su mejor aliada narrativa, ganó un aire de impredecible, capaz de permitirle cumplir con sus cuotas de fan service sin que sean lo central de su trama. La reaparición de Jesse Pinkman y Walter White acaparó titulares, pero más crucial en la historia resultó el regreso de Wexler, con una actuación impecable de Seehorn que se aplaudió de pie desde los hogares.
Por supuesto, Saul Goodman lideró esta exploración de personajes moralmente ambiguos. Así como Walter White partió de la tragedia para desviarse hacia el mal en un juego de máscaras con Heisenberg, Jimmy McGill se desintegró —pero no su vena cómica, por suerte— en su camino de transformación hacia el abogado de corbatas estrambóticas que no tiene problemas en envenenar a un niño si su cliente se lo exige. Dicho esto, uno se pregunta: ¿quién es el verdadero yo? ¿Fue McGill la máscara de Saul Goodman? De ese volcán en erupción, y también de su magma, se ocupa esta tragicomedia contemporánea.
Y en esa viada, la serie derivada terminó por trascender a su serie madre. Gilligan y Gould consiguieron que dejemos de pensar en “Breaking Bad” mientras veíamos “Better Call Saul”, pese a que en el fondo las hermanen tantas cosas, principalmente la pugna entre el bien y el mal con sus consecuentes redenciones. Esa sola paradoja ya es por sí sola toda una proeza y nos empuja a dudar de los Emmy 2022: ¿qué valor tienen si le dan solo tres nominaciones a una obra maestra? Sus creadores han de saber que hay cosas más importantes que el oropel. Porque ambas series ya sobrevuelan la televisión actual a la misma altura. Allí, bien arriba.
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EER+ 13 BETTER CALL SAUL se puso en modo BREAKING BAD y el resultado es magnífico
Comentamos la primera mitad de la última temporada de Better Call Saul. Solo aguantamos 10 minutos SIN SPOILERS, para luego comentar el futuro de Nacho Varga, de Howard Hamlin y por supuesto de Saul Goodman y Kim Wexler. Capítulo aparte para el TREMENDO VILLANO que es Lalo Salamanca. Ya nos dio miedo. Pasen y escuchen.
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