Una Agencia para las obras públicas, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

Construcción de una obra pública | Fuente: Andina

La idea venía germinando durante los últimos meses, tanto más que los gobiernos pasaban sin mejorar la tenaz incapacidad para diseñar y ejecutar obras públicas de envergadura.

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Al parecer, las lluvias y los huaycos, a la vez que desgracias y pobreza, nos van a dejar un proyecto de cambio en la gestión pública. El logro sería tanto más relevante, que se producen pocas ideas en el Estado y sobre todo, no de cambio. En este caso se trata de la creación de una Agencia especializada en la obra pública.

La idea venía germinando durante los últimos meses, tanto más que los gobiernos pasaban sin mejorar la tenaz incapacidad para diseñar y ejecutar obras públicas de envergadura. Más bien, lo que ha sucedido es la multiplicación de obras paralizadas e incluso el vencimiento de costosos expedientes técnicos que nunca se traducían en obras. La parálisis en algunos casos es causada por la incapacidad de gestión, en otros, quizás la mayoría, por el apetito de enriquecerse aprovechándose del Estado y privando a los ciudadanos de escuelas, comisarías, puentes, canales de irrigación y puestos de salud.

Hace unas semanas se lanzó incluso la flamante Sociedad nacional de construcción e infraestructura, aunque es posible que su función haya sido acelerar el parto de una nueva entidad pública, destinada a ejecutar proyectos de infraestructura. La idea supone reestructurar ministerios que actualmente asumen obras de construcción, en particular Transportes, Vivienda, Salud y Educación. Nicolás de Piérola creó en 1896 un ministerio de Fomento y Obras públicas, pero décadas más tarde cedió su lugar para aumentar el número de carteras ministeriales. En este caso, el resurgimiento de una agencia estatal de la infraestructura, podría favorecer la reducción del número de ministerios, a través de fusiones.

En cualquier caso, cualquiera sea el organigrama final del Estado, lo importante es la capacitación y la integridad de los funcionarios, puesto que las mejores ideas fracasan si no son llevadas a la práctica por especialistas con idoneidad y motivados a romper con una de las más viejas prácticas de nuestra vida pública: la corrupción.

Las cosas como son

 


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