Malestar ciudadano y premisas de la esperanza, por Fernando Carvallo [COLUMNA]

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La mayor parte de los dirigentes y aspirantes a serlo se han pronunciado sobre los alcances del movimiento social que debe tener lugar hoy en Lima y otras ciudades de nuestro país. Algunos insisten tanto sobre los riesgos de desborde y vandalismo, que ha surgido la sospecha de estar promoviendo la difusión de un movimiento que de otra manera hubiera tenido menos impacto. En el otro extremo, hay quienes minimizan los riesgos de que una multitud sin organización ni plataforma consensuada se vea desbordada por agitadores y extremistas que busquen pescar a río revuelto. Lo que pase en las calles debe ser interpretado en función de cuatro variables sociales. 1) En nuestro país y en muchos otros, germina un malestar profundo, derivado de crisis sucesivas pero también de la indignación causada por las muertes de diciembre y enero. 2) Hemos entrado a una coyuntura económica que va a generar más pobreza y más malestar. 3) Existen en nuestro país intereses económicos poderosos ligados a grupos criminales en la minería, la tala, la trata y el narcotráfico. Para ellos la violencia y la zozobra son convenientes porque impiden el ejercicio de la autoridad del Estado. Como lo prueba la realidad del VRAEM, esas economías ilegales se alían de manera natural con los que aprendieron a matar con los grupos terroristas de los años ochenta y noventa. 4) El Congreso y el Gobierno cuentan con una tasa de aprobación que ha llegado a mínimos históricos. Solo una minoría de la población se siente representada y la promesa incumplida de adelanto de elecciones nos impide contar con una válvula de escape. Pese a todo, nuestro país cuenta con recursos humanos y materiales que nos han permitido salir de crisis mucho más graves. Lo que nos falta es la luz de una esperanza que se encarne en propuestas y en dirigentes que sepan unir a los peruanos en vez de profundizar nuestras divisiones.

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