El más elemental sentido común hubiera debido inspirar austeridad, cuando se tenía al frente un verdadero festival de ligereza e irresponsabilidad bajo la gestión del gobierno de Pedro Castillo.
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Las revelaciones sobre irregularidades en el Congreso para organizar licitaciones y usar el dinero de los contribuyentes ponen en evidencia los niveles de disfuncionalidad a los que ha llegado la gestión pública. En primer lugar porque quizás nunca hubiéramos sabido nada si los hechos no hubieron sido revelados por la prensa, en este caso por el programa dominical Panorama. En segundo lugar porque se trata de una entidad de la mayor importancia en nuestro orden institucional, hasta el punto que algunos insisten en denominarla el primer poder del Estado. Y en tercer lugar porque la grave polarización que el Congreso ha vivido con el Ejecutivo hubiera debido obligar a la mayor prudencia. Todo comenzó con la revelación sobre un nuevo régimen para la comida de los congresistas, lo que significaba un aumento considerable del gasto. El más elemental sentido común hubiera debido inspirar austeridad, cuando se tenía al frente un verdadero festival de ligereza e irresponsabilidad bajo la gestión del gobierno de Pedro Castillo. ¿Cómo es posible que la licitación para alfombrar un espacio de 1,500 metros cuadrados haya sido ganada por una empresa dudosa cuya sede resultó ser el local de una pollería? Un caso emblemático semejante ya lo vivimos con una sede universitaria, antes de que la SUNEDU velara por la vigencia de mínimos criterios de calidad en las universidades. Lo más grave de todo es el descrédito que disfuncionamientos administrativos generan a los responsables políticos. El Congreso tiene actualmente una de las tasas de aprobación más bajas de su historia. Aunque algunos congresistas están persuadidos de que tienen grandes realizaciones, la opinión pública percibe sobre todo la incapacidad que se registra desde el 2016 para lograr consensos en planes de desarrollo e inclusión. Solo nos queda esperar que la Contraloría actúe con celeridad y establezca de manera independiente la realidad de los hechos y el nivel de las responsabilidades. Toda democracia necesita un Congreso eficiente y confiable.
Las cosas como son
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