Desde luego, en el Perú, la noticia debe haber sido recibida con júbilo por los que de manera franca o retorcida han obrado siempre para que la Justicia no prevalezca, entre ellos aquellos cuyos “codinomes” nunca llegaron a ser revelados.
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La compleja trama de corrupción que se ha dado en llamar Lava Jato es sin duda una de las mayores operaciones de criminalidad económica de la historia reciente de nuestra región.
Los primeros pasos para sacarla a luz provinieron de Estados Unidos el 2016. Ese país fue capaz de investigar con premura e imponer condenas y sanciones, lo que no le impidió continuar autorizando la actividad de la empresa Odebrecht.
Ocho años más tarde estamos ante el riesgo de que desde Brasil cobren nuevo impulso los esfuerzos para garantizar la impunidad de la empresa corrupta, sus cómplices y en particular, su dirigente máximo, Marcelo Odebrecht.
Recordemos que Brasil es un país gobernado por un presidente que cumplía prisión preventiva por el caso Lava Jato, antes de beneficiarse de un giro espectacular de la Justicia.
Por ahora lo seguro es que el juez supremo Dias Toffoli ha declarado la “nulidad absoluta de todos los actos judiciales practicados en desfavor del demandante” Marcelo Odebrecht, en particular los actos llevados a cabo por el exjuez Sergio Moro. Señala sin embargo que su decisión no implica “la nulidad del acuerdo de colaboración firmado por el demandante”.
Desde luego, en el Perú, la noticia debe haber sido recibida con júbilo por los que de manera franca o retorcida han obrado siempre para que la Justicia no prevalezca, entre ellos aquellos cuyos “codinomes” nunca llegaron a ser revelados.
Pero no sabemos cuán avanzada esté la Fiscalía en sus argumentos probatorios, parte de los cuales son fruto de colaboraciones eficaces totalmente independientes de los procedimientos llevados a cabo en Brasil.
Hubiera sido ingenuo creer que los actores de la corrupción no iban a tratar de defenderse por todos los medios, incluyendo su penetración en el sistema judicial y la clase política. Esperemos que no haya sido igualmente ingenuo creer que los jueces y fiscales romperían la larga cadena de impunidades que hemos vivido desde inicios de nuestra República.
Las cosas como son
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