Cuando suenen las alarmas, habrá que cesar la actividad que estemos haciendo para dirigirnos a las zonas seguras, previamente identificadas.
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Un día como hoy, en 1970, se produjo una de las mayores catástrofes naturales del siglo XX: la ciudad ancashina de Yungay quedó sepultada por un alud causado por el desprendimiento de una cornisa de hielo del nevado Huascarán, la montaña más alta de nuestro país. La causa de la tragedia fue un sismo de alta intensidad que se sintió en buena parte de nuestro territorio.
Quien haya vivido ese sismo no habrá podido olvidar la conciencia súbita de la fragilidad de lo que somos. Desde entonces se han hecho progresos en el diseño de las ciudades, pero nada podrá ponernos al abrigo de la destrucción de terremotos provocados por ondas sísmicas que se producen a decenas de kilómetros bajo la superficie.
Lo que sí podemos hacer es prepararnos para, llegado el caso, reaccionar con la mayor lucidez y serenidad. Para eso se convocan simulacros como el que tendrá lugar a nivel nacional hoy a las 10 de la mañana. El mejor homenaje que podemos rendir a los muertos de Yungay es tomarnos el tiempo para participar en el simulacro de manera responsable.
Cuando suenen las alarmas, habrá que cesar la actividad que estemos haciendo para dirigirnos a las zonas seguras, previamente identificadas. Los sismos no tienen horas favoritas, lo que quiere decir que el próximo podría sorprendernos en nuestro centro de trabajo o de estudios, en la calle, en nuestro domicilio, en el mercado o en una iglesia.
En todos los casos el objetivo es el mismo: reconocer el lugar en el que nos hallemos para identificar el punto más alejado de ventanas, cables, paredes o árboles que puedan caer. Podría suceder que las conexiones eléctricas queden interrumpidas y en consecuencia el uso de teléfonos celulares. Las familias deben disponer de maletines de emergencia, que incluyan alimentos, agua y una radio a transistores para recibir informaciones de lo que suceda en otros barrios y otras ciudades. Los sismos son imprevisibles y peligrosos, pero más que los sismos matan la irresponsabilidad y la falta de preparación.
Las cosas como son
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