Dos compatriotas arequipeñas nos envían desde la Franja de Gaza un mensaje de desprendimiento y fidelidad a la vocación.
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En tiempos de venalidad, delincuencia y corrupción dos compatriotas arequipeñas nos envían desde la Franja de Gaza un mensaje de desprendimiento y fidelidad a la vocación: las hermanas gemelas Lucía y Mónica Llerena Vargas. Ambas son monjas de la congregación del Verbo Encarnado, fundada en Francia en el siglo XVII.
Como su nombre lo indica, los miembros de la congregación se identifican con las palabras del apóstol San Juan quien afirma en el inicio de su Evangelio que “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. Por eso, la congregación se estableció en el Cerro San Cristóbal y así sus religiosas pudieron compartir durante las épocas más difíciles la vida de los esforzados habitantes de la colina emblemática de la ciudad de Lima.
En un momento dado, las hermanas Llerena Vargas decidieron ir a vivir a la Franja de Gaza, donde siguen dando testimonio de su fe ante palestinos musulmanes y cristianos, en un pequeño territorio cercado por Israel y gobernado por el grupo terrorista Hamás.
Las monjas hacen lo suyo, ayudar a los ancianos y enfermos, proteger a los niños y aliviar a los afligidos. Contactadas por la embajada peruana en el vecino Egipto, han decidido permanecer en la Franja de Gaza, mientras haya personas necesitadas de su compañía y su consuelo.
Es cierto que la vida contemplativa y la oración parecen experiencias muy alejadas de nuestra época de imágenes y aceleración. Pero existen personas que han hecho de ellas el centro de su vida. Prescindiendo de las terribles condiciones que deben compartir con los gazatíes, han decidido permanecer en vez de inscribirse en la lista de extranjeros que buscan ser repatriados.
Sin la menor concesión a la violencia, sin asomo de narcisismo, dos monjas peruanas mantienen vivo el núcleo común a las tres religiones monoteístas: amarás a tu prójimo como a ti mismo.
Las cosas como son
Fernando Carvallo Columnista
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