Especialistas señalaron que el 99 % de las 75 millones de hectáreas que se transformaron en áreas antrópicas en las últimas casi cuatro décadas correspondió al uso agropecuario y de silvicultura del suelo, mientras que “solamente el 1 % respondió a la minería y a la infraestructura”.
En 1985, solo el 6 % (alrededor de 50 millones de hectáreas) de la Amazonía se había transformado en áreas antrópicas, como pastizales, cultivos, minería o áreas urbanas, pero en 2021 esta superficie casi se triplicó, alcanzando el 15 % (casi 125 millones de hectáreas) de toda la región. Fue una pérdida neta 9,7 % de su vegetación natural en solo 37 años.
Así lo concluyen los datos recogidos en la Colección 4.0 de MapBiomas Amazonía, una iniciativa de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (Raisg) que estudia los cambios en el uso del suelo en el bioma amazónico y las presiones sobre sus bosques y ecosistemas.
La magnitud de la destrucción varía de un país a otro: en Surinam, Guyana y Guayana Francesa es solo del 1,6 %, pero en Brasil llega al 19 %.
Este porcentaje (la pérdida neta de casi el 10 % de vegetación natural) está muy cerca del punto de inflexión o punto de no retorno, calculado por los científicos en el rango entre el 20 % y el 25 % de pérdida de cobertura vegetal. Si continúa la tendencia actual verificada por MapBiomas Amazonía, el bioma, que es un sumidero de carbono de importancia planetaria, alcanzará el punto de no retorno, afectando de manera irreversible sus servicios ecosistémicos, y podría convertirse en una sabana.
Durante la presentación de esta herramienta, el especialista del Instituto Socioambiental, Cícero Cardoso, precisó que el 99 % de las 75 millones de hectáreas que se transformaron en áreas antrópicas en las últimas casi cuatro décadas correspondió al uso agropecuario y de silvicultura del suelo, mientras que “solamente el 1 % respondió a la minería y a la infraestructura”.
Los glaciares de los Andes amazónicos, que abastecen de agua a millones de personas y alimentan los manantiales de los grandes ríos de la región, perdieron el 46% de su hielo en el período analizado. La actividad minera se expandió un 1 107 % (más de mil por ciento, pasando de 47 000 hectáreas en 1985 a más de 570 000 en 2021).
¿Cómo se realizó la medición en una región tan heterogénea?
La iniciativa mapea con una resolución de 30 metros la dinámica, durante más de tres décadas, de 18 clases diferentes de cobertura y uso del suelo, como bosques, sabanas, manglares, áreas agrícolas, áreas urbanas, minería y glaciares, dentro de los 8,4 millones km2 de la región amazónica, que comprende los Andes, la llanura amazónica y las transiciones con el Cerrado y el Pantanal.
Los resultados de los análisis preliminares revelan una transformación acelerada de los bosques amazónicos. Según los autores, las pérdidas han sido enormes, prácticamente irreversibles y sin perspectivas de que esta tendencia se revierta. Los datos encienden la luz amarilla y dan sentido de urgencia a la necesidad de una acción internacional integrada, decisiva y contundente.
"La Colección MapBiomas Amazonía 4.0 es invaluable para comprender la dinámica del uso de los recursos naturales en la región, además de contribuir para la modelación climática y el cálculo de emisiones y absorciones de gases de efecto invernadero por cambios en el uso del suelo en la región" , dijo Tasso Azevedo, coordinador general de MapBiomas.
Los autores destacan el contraste entre la acelerada dinámica de cambio de uso de suelo que se dio en la Amazonía en el período estudiado, y particularmente en los últimos treinta años, con la lentitud que caracteriza el ritmo de las negociaciones climáticas, que en las casi tres décadas transcurridas desde la primera cumbre climática han registrado modestos avances.
Para Harlem Mariño, coordinadora de un proyecto sobre cambio climático liderado por Raisg, la falta de acuerdos definitivos en la COP27 en temas clave para la mitigación del cambio climático, como el abandono progresivo del uso de todos los combustibles fósiles, tendrá repercusiones en la Amazonía.
“Esto significa que las emisiones de gases de efecto invernadero por el uso de combustibles fósiles continúan ejerciendo presión sobre los sumideros de carbono como la selva amazónica. Además, esta falta de acuerdos podría implicar la continuidad en la promoción de actividades de exploración de combustibles fósiles en la Amazonía, con la consecuente reducción en la disponibilidad de sumideros de carbono y el aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero derivadas del cambio de uso del suelo y la posterior quema de estos combustibles fósiles”, refirió Mariño.
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