Los restaurantes se han convertido en una especie de primera línea culinaria para que los estadounidenses canalicen su apoyo a Kiev haciendo cola para conseguir un asiento y un pastel repostero, mientras esperan infligir un poco de dolor en Moscú, aunque solo sea indirectamente.
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Desde que comenzó la invasión de Rusia, las filas se han extendido por la calle frente a un café de propiedad ucraniana en una zona de moda de Washington. A unas cuadras de distancia, en el popular restaurante Russia House de la capital estadounidense, rompieron los vidrios de cinco ventanas y los propietarios piensan que es posible que no vuelvan a abrir.
Con la guerra a un océano de distancia, los restaurantes se han convertido en una especie de primera línea culinaria para que los estadounidenses canalicen su apoyo a Kiev haciendo cola para conseguir un asiento y un pastel repostero, mientras esperan infligir un poco de dolor en Moscú, aunque solo sea indirectamente.
Las hermanas Anastasiia y Vira Derun, propietarias de D Light Cafe and Bakery en el barrio de Adams Morgan, son originarias de Bila Tserkva, una ciudad al sur de Kiev que se encuentra en el camino directo de los misiles crucero lanzados contra la capital ucraniana por los rusos desde el Mar Negro.
A ambas les atormenta el miedo por el destino de su familia. Y ahora están lidiando sin parar con multitudes de clientes en su puerta para comprar su repostería. "Realmente no dormimos por la noche porque siempre revisamos (las noticias), pero luego tenemos que estar aquí temprano en la mañana", declaró Anastasiia Derun a la AFP.
Durante el fin de semana, decenas de personas esperan fuera del café. Los días de semana, las existencias de esta pastelería se acaban rápidamente por el flujo constante de clientes.
Abrumada, Derun dejó de dar galletas gratis con la bandera de Ucrania a las personas que acudían a hacer donaciones con la esperanza de mantener a raya a las multitudes, y en un momento consideró detener por completo la recaudación de fondos para Ucrania.
Pero después de recaudar 7.500 dólares, no pudo guardar la caja de donaciones. En cambio, ahora tiene tres voluntarios que ayudan a administrar a las masas y llevar agua a las mesas.
Abby Wright, una joven de 23 años sentada afuera de D Light Cafe durante el fin de semana, dijo que había venido con sus amigos "entendiendo completamente que hay formas más tangibles de apoyar a Ucrania que simplemente comprar café".
"Casa Putin"
A una docena de cuadras de distancia, en el Russia House, un lugar clásico de Washington durante más de dos décadas, la imagen no podría ser más diferente.
Los propietarios habían estado a punto de reabrir después de una pausa de dos años por los efectos y restricciones derivadas de la pandemia de COVID-19 cuando el presidente ruso, Vladimir Putin, lanzó su invasión de Ucrania, el 24 de febrero.
Desde entonces, el restaurante ha sido objeto de vandalismo dos veces, en lo que la policía catalogó como un crimen de odio, y sus propietarios están contemplando la posibilidad de no reabrir dado el nuevo disgusto del público por todo lo relacionado con Rusia.
"Éramos un blanco fácil", señaló el copropietario Aaron McGovern, estimando en hasta 20.000 dólares los daños. La destrucción incluyó ventanas rotas, una barandilla de escalera arrancada y letreros dejados con mensajes como "No comas en la Casa de Putin".
Mientras barría los vidrios quebrados, dice McGovern, un transeúnte le mostró el dedo del medio.
Desde la invasión, Ike Gazaryan, propietario del Restaurante Ruso Pushkin en San Diego, también ha recibido múltiples amenazas, incluida una llamada de un hombre que gritaba "prometiendo hacer estallar algo".
La ironía, dijo, es que la mayoría de los dueños de negocios rusos en Estados Unidos simpatizan mucho con Ucrania, ya que ellos mismos huyeron de la exUnión Soviética o de la Rusia de Putin.
De etnia armenia, su familia huyó de Azerbaiyán, Uzbekistán y Rusia antes de aterrizar en Estados Unidos.
Su restaurante sirve comida variada de las antiguas repúblicas soviéticas con un telón de fondo de papel tapiz de damasco y candelabros. Pero tiene la palabra "Ruso" en su nombre, dijo, porque "todo el mundo sabe dónde está Rusia, así que haces esto con fines de mercadeo".
"Solo trae dolor"
En el restaurante claramente ucraniano Veselka en el East Village de Manhattan, ocurre lo contrario. Filas de hasta 100 personas han envuelto el local y el propietario Jason Birchard, nieto del inmigrante ucraniano que lo fundó, destacó que el negocio ahora es "probablemente el doble de lo que es normalmente".
En la ciudad de Austin, estado de Texas (sur), la restauradora Varda Monamour, que nació en Crimea antes de mudarse a Moscú, simplemente arrancó la palabra "ruso" del exterior de su restaurante, anteriormente conocido como Russian House.
Donde una vez estuvieron las letras, ahora hay marcas fantasmas. Su restaurante en adelante se llamará The House. Su nombre anterior "simplemente trae dolor a la gente de Ucrania y otros, incluso a los rusos", justificó Monamour.
AFP
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