El francotirador que disparó el sábado durante un mitin de campaña de Donald Trump en Pensilvania no solo cometió un atentado contra la vida del expresidente. Atentó también contra el derecho de los ciudadanos a votar por el candidato que ellos escojan.
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La tentativa de asesinar a un candidato presidencial equivale a la voluntad de destruir la democracia bajo el impacto de las balas. El francotirador que disparó el sábado durante un mitin de campaña de Donald Trump en Pensilvania no solo cometió un atentado contra la vida del expresidente. Atentó también contra el derecho de los ciudadanos a votar por el candidato que ellos escojan.
El presidente Joe Biden se ha comunicado con su predecesor y rival y ha garantizado que habrá una investigación independiente, es decir una investigación que no disimule la eventual responsabilidad de los servicios de seguridad.
No sabemos cómo un joven de 20 años pudo subir con un fusil automático al techo de una instalación cercana al estrado en el que Trump hablaba. Lo seguro es que el atentado fallido puede tener un impacto considerable en una campaña que ya era tensa.
Pese a ser un condenado por la Justicia de su país, Trump se ha impuesto en el Partido Republicano que se apresta a investirlo oficialmente esta semana en el Estado de Wisconsin. Tanto Biden como Trump han exhortado a que el atentado sirva para profundizar el sentido de la unidad de un país cuyo sistema democrático enfrenta grandes desafíos.
La mayoría de los especialistas han destacado tres fenómenos que definen el contexto en que se ha producido el atentado: Primero, el acentuamiento de la polarización, lo que impide aplicar políticas con el apoyo de ambos partidos. Segundo, la generalización de la posesión de armas de fuego, incluyendo fusiles automáticos como el fusil empleado para disparar contra Donald Trump. Y en tercer lugar, la multiplicación de enfermedades mentales.
La Democracia requiere que la sociedad y el Estado se comprometan a preservar sus fundamentos, el principal de los cuales es el rechazo de la violencia.
Las cosas como son
Fernando Carvallo Columnista
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