El funeral de Estado de Shinzo Abe generó protestas, pero también largas colas de personas que querían ofrecer flores y plegarias al asesinado ex primer ministro.
Miles de japoneses y dignatarios extranjeros rindieron homenaje el martes al asesinado ex primer ministro Shinzo Abe en un funeral de Estado que generó protestas, pero también largas colas de personas que querían ofrecer flores y plegarias.
Las cenizas de Abe, trasladadas por su esposa Akie en un cortejo fúnebre desde su domicilio en la capital japonesa, llegaron al recinto Budokan de Tokio, al son de un saludo de 19 salvas en honor del fallecido líder.
En su elegía, el actual primer ministro Fumio Kishida describió a Abe como "una persona con coraje" y enumeró sus logros políticos, incluido sus esfuerzos para fortalecer los lazos diplomáticos de Japón.
"Siento un dolor desgarrador", dijo Kishida frente a una enorme fotografía de Abe colgada sobre una gran estructura floral donde se expusieron sus cenizas, medallas y la bandera japonesa.
Shinzo Abe fue el gobernante de Japón que más tiempo estuvo en el cargo y una de las figuras más reconocidas del país, recordado por cultivar alianzas internacionales y por su estrategia económica llamada ‘Abenomics’.
Renunció en 2020 por problemas de salud, pero continuó como una figura política clave y hacía campaña por su partido de gobierno cuando un hombre le disparó el 8 de julio.
El tiroteo estremeció al país, con bajos niveles de crímenes violentos, y motivó condenas internacionales.
Rechazo al funeral de Estado
Pero la decisión de organizarle un funeral de Estado, el segundo para un ex primer ministro en la posguerra, generó creciente oposición, con cerca de 60 % de los japoneses en contra, según encuestas recientes.
La ceremonia en el Budokan congregó a importantes líderes mundiales como la vicepresidenta estadounidense Kamala Harris y los primeros ministros de India, Narendra Modi, y Australia, Anthony Albanese.
En el exterior del recinto, miles de personas formaron largas colas para dejar flores, generalmente blancas, frente a un retrato de Abe y rezar una oración en dos carpas que abrieron con una hora de adelanto.
Aunque en menor número, los detractores también se dejaron ver en la zona y, luego, se manifestaron frente al Parlamento.
El hombre detenido por matar a Abe lo acusó de tener vínculos con la Iglesia de la Unificación, con la cual estaba molesto por las cuantiosas donaciones que su madre hizo a la secta.
El asesinato provocó un nuevo escrutinio de la iglesia y sus métodos de recaudación de fondos, y preguntas incómodas para la clase política de Japón. El partido de gobierno admitió que la mitad de sus legisladores tienen vínculos con la secta.
El primer ministro Kishida se comprometió a que su Partido Liberal Democrático (PLD) romperá sus relaciones con la iglesia, pero el escándalo agravó el malestar por el funeral de Estado.
Miles protestaron por la ceremonia y un hombre se prendió fuego cerca del despacho del primer ministro, dejando por escrito su objeción al evento.
Algunos legisladores de la oposición boicotearon el funeral.
La polémica tiene varios motivos. Algunos acusan a Kishida de aprobarlo unilateralmente sin consultar al Parlamento y otros protestan por el costo de casi 12 millones de dólares.
También pesa el legado polarizante de la gestión de Shinzo Abe, marcada por denuncias de amiguismo y el rechazo a su nacionalismo y a sus planes de reformar la constitución pacifista. (AFP)
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