Tres años después, sabemos un poco más sobre cómo tratar la covid-19

La pandemia de covid-19 ha causado estragos en todo el mundo con cerca de 7 millones de fallecidos. En las Américas el número de fallecidos se aproxima a los 3 millones. | Fuente: AFP or licensors

Desde que comenzó la pandemia, los sistemas de salud de muchos países han estado bajo una enorme presión debido al gran número de personas que necesitan tratamiento por las complicaciones de la enfermedad


La pandemia de covid-19 ha causado estragos en todo el mundo con cerca de 7 millones de fallecidos. En las Américas el número de fallecidos se aproxima a los 3 millones, mientras que en España este número ronda las 120 000 muertes

Desde que comenzó la pandemia, los sistemas de salud de muchos países han estado bajo una enorme presión debido al gran número de personas que necesitan tratamiento por las complicaciones de la enfermedad. En todo este tiempo, el personal médico y científico ha trabajado incansablemente para encontrar tratamientos efectivos y seguros.

Vencer a la asfixia

Una de las complicaciones más comunes de la covid-19 es la insuficiencia respiratoria aguda, también conocida como síndrome de dificultad respiratoria aguda severa (SDRAS). Este síndrome supone una dificultad extrema para respirar que puede llevar a los pacientes a la asfixia.

En los casos graves, la única solución es introducir un tubo por las vías respiratorias para administrar oxígeno. Pero se trata de un procedimiento invasivo que requiere sedación y puede tener graves efectos secundarios, como infecciones y potenciales daños en la garganta y los pulmones. Además, estas intubaciones se llevan a cabo en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), que pueden llegar a saturarse.

Por todo ello, antes de proceder a la intubación, el personal sanitario intenta facilitar la respiración recurriendo a técnicas menos agresivas o terapias no invasivas. Con un riesgo: retrasar la intubación podría ser contraproducente e incluso poner en riesgo la vida del paciente.

Aire a presión para respirar

La solución a esta disyuntiva ha venido de manos de la ciencia. Por un lado, de una técnica de terapia respiratoria no invasiva llamada presión positiva continua en las vías respiratorias (CPAP, por sus siglas en inglés). Consiste, sencillamente, en colocar una mascarilla que bombea aire a presión. Esta técnica ayuda a mantener las vías respiratorias abiertas al presionar suavemente el aire en los pulmones del paciente.

Pero existe también otra técnica que consiste en emplear una cánula nasal de alto flujo (HFNC, por sus siglas en inglés). Se trata de un tubo nasal que suministra aire con mayor flujo y humedad, proporcionando una cantidad constante de aire y oxígeno.

CPAP y HNFC. Author provided

Investigadores del Hospital Enfermera Zendal de Madrid, en colaboración con la Universidad de Castilla-La Mancha, examinaron cómo funcionaba combinar estos dos tratamientos no invasivos para pacientes con covid-19 que sufrían el síndrome de dificultad respiratoria aguda. ¿Conseguiría mejorar lo bastante la respuesta del paciente para evitar su empeoramiento y su posible intubación?

Todo debe ser demostrado científicamente

Para obtener una respuesta, los investigadores dividieron a un total de 760 pacientes en dos grupos. De un lado estaban aquellos que recibían la terapia combinada (HFNC+CPAP) dentro de las primeras 24 horas de ingreso en la unidad de cuidados respiratorios intensivos (UCRI). De otro, los que recibieron el mismo tratamiento pero una vez pasado ese periodo de tiempo.

Los resultados del estudio fueron alentadores. Los pacientes que recibieron la combinación de tratamientos en las primeras 24 horas de su ingreso en la UCRI redujeron su necesidad de intubación. Además, la tasa de mortalidad a los 30 días fue significativamente menor en el grupo que recibió el tratamiento combinado antes de las 24 horas en comparación con el otro grupo (8,2 % frente a 15,5 %, respectivamente). En cuanto a la tasa de intubación, fue significativamente menor en el primer grupo (34,5 %) que en el segundo (41,8 %).

Esto significa que, si se implanta esta combinación temprana de tratamientos, se podría salvar la vida de muchos pacientes con covid-19 que desarrollan este síndrome respiratorio agudo.

Además, esta estrategia es no invasiva, los pacientes no necesitan ser intubados. Eso puede reducir el riesgo de complicaciones y la necesidad de recursos hospitalarios adicionales.

La covid-19 no ha terminado

La importancia de este estudio es enorme. Si se hubiera publicado antes, seguramente se habrían salvado muchas vidas, pero la ciencia necesita sus tiempos.

Sin embargo, aún no es tarde. En la época pospandemia, a pesar de que la mayoría de las personas están vacunadas, todavía hay un porcentaje de la población que puede desarrollar covid-19 y requerir hospitalización.

Aunque este estudio se realizó en un solo hospital español (y, por tanto, se necesitan más estudios para confirmar estos resultados), los resultados son esperanzadores. Tenemos una primera evidencia de que la combinación de estas dos terapias respiratorias no invasivas, sobre todo antes de las 24 horas tras el ingreso, puede marcar una gran diferencia en la tasa de mortalidad y en la necesidad de intubación en pacientes graves con covid-19.

Además, dado que los recursos hospitalarios son limitados, esta estrategia puede resultar especialmente útil en áreas donde los sistemas de salud puedan volver a estar sobrecargados.

Sin olvidar que el uso de esta terapia podría ayudar en otras enfermedades que también desembocan en el síndrome de dificultad respiratoria aguda severa (SDRAS).The Conversation

Alberto Nájera López, Profesor de Radiología y Medicina Física en la Facultad de Medicina de Albacete. Coordinador de la Unidad de Cultura Científica y de la Innovación (UCLMdivulga), Universidad de Castilla-La Mancha; Jesús González Rubio, Profesor Asociado de Bioestadística, Universidad de Castilla-La Mancha; José Terán, , Servicio de Salud de Castilla-La Mancha; Juan de Dios Navarro López, Profesor Titular de Fisiología, Universidad de Castilla-La Mancha; Lydia Jiménez Díaz, Profesora Titular de Fisiología, Universidad de Castilla-La Mancha y Pedro Landete, , Universidad Autónoma de Madrid

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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