Lejos del río Sena en donde una beluga se perdió a principios de agosto al norte de París, este estuario canadiense permite a estas pequeñas ballenas blancas, que viajan en manada, dar a luz en esas aguas relativamente más calientes y seguras.
De pronto cinco o seis rodean las planchas de surfistas, se sumergen de un lado para salir del otro. Bajo la superficie se ven dos pequeños ojos y una inmensa sonrisa: todos los veranos, unas 55 000 belugas migran de aguas árticas hacia la bahía de Hudson, en Canadá.
Lejos del río Sena en donde una beluga se perdió a principios de agosto al norte de París, este estuario canadiense permite a estas pequeñas ballenas blancas, que viajan en manada, dar a luz en esas aguas relativamente más calientes y seguras.
Bajo la superficie un poco turbia, las belugas se divierten con la presencia de los turistas que vienen a Churchill para observarlas. Esta pequeña ciudad de 800 habitantes no es de fácil de acceso ya que solo el tren o el avión llegan hasta allí.
Durante más de siete meses al año, entre noviembre y junio, toda la bahía está enteramente congelada. El lugar es ideal para ellos: los protege de las orcas y los estuarios son ricos en alimento.
Es fácil distinguir a los ejemplares más jóvenes porque se ven aún grises al lado de la blancura de los adultos. Bajo la superficie parecen estar siempre sonriendo.
Pero lo que más sorprende es su comunicación, que puede ser escuchada por momentos desde la superficie.
Hidrófono
Apodados "canarios de mar" debido a las alrededor de 50 vocalizaciones (silbido, chasquidos, tañidos) que emiten, son animales "sociables" con un "sistema de comunicación muy complejo", cuenta Valeria Vergara, que las estudia desde hace años.
"La beluga es una especie centrada en el sonido. Es, para ellos, como la visión para nosotros", detalla la investigadora de la fundación Raincoast Conservation.
Atenta al altoparlante del hidrófono, esta científica de 53 años trata de descifrar entre la multitud de sonidos que surgen desde las profundidades. Para una oreja no experta, es un conjunto sorpresivo y cacofónico.
"Usan el sonido para comunicarse, pero también localizarse, para hallar su camino, la comida", agrega la experta que aprendió a reconocer "los gritos de contacto" que sirven a las madres para guiar a sus crías.
Los recién nacidos, que miden 1,80 metros y pesan 80 kilos, dependen de su madre durante dos años. A la edad adulta, este mamífero, que evoluciona generalmente en las aguas heladas alrededor de Groenlandia y al norte de Canadá, de Noruega y de Rusia, puede alcanzar un tamaño de seis metros y vive entre 40 y 60 años.
La población de belugas en la bahía de Hudson es la más importante al mundo. Pero la disminución de glaciares debido al cambio climático, en una zona que se calienta tres a cuatro veces más rápido que el resto del planeta, es un motivo de preocupación para los investigadores.
(Con información de AFP)
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