A 90 segundos de la medianoche, nunca hemos estado tan cerca de una catástrofe mundial

La conferencia de prensa virtual organizada por el Boletín de los Científicos Atómicos para el anuncio del Reloj del Juicio Final. | Fuente: YouTube Bulletin of the Atomic Scientists

El anuncio, realizado durante una conferencia de prensa celebrada en Washington D.C., se hizo en inglés, ucraniano y ruso. La declaración emitida describió este momento en la historia como “un momento de peligro sin precedentes”.

 

Jack L. Rozdilsky, York University, Canada y Christian Faize Canaan, York University, Canada

El 24 de enero se volvió a hacer historia. Ese día el Boletín de los Científicos Atómicos acercó el segundero del Reloj del Juicio Final a la medianoche. Ahora está a “90 segundos”, lo más cerca que ha estado nunca de la simbólica catástrofe mundial.

El anuncio, realizado durante una conferencia de prensa celebrada en Washington D.C., se hizo en inglés, ucraniano y ruso. La declaración emitida describió este momento en la historia como “un momento de peligro sin precedentes”.

El Consejo de Ciencia y Seguridad del Boletín de Científicos Atómicos es el encargado de mover las manecillas del Reloj del Juicio Final. Estos destacados expertos se centran en los peligros que plantean las potenciales catástrofes de origen humano, que emanan del riesgo nuclear, el cambio climático, las amenazas biológicas y las tecnologías disruptivas.

El Reloj del Juicio Final es la representación más gráfica de estas amenazas, y el acto de adelantar el reloj representa la necesidad clara y urgente de vigilar lo que ocurre.

En 2021 y 2022, las manecillas del reloj se colocaron a 100 segundos de la medianoche. Desde que este ejercicio de cronometraje comenzase en 1947, el anuncio del 24 de enero de 2023 representa lo más cerca que el reloj ha estado nunca del final: una clara llamada de atención.

Amenazas a lo largo del tiempo

En 1945, un grupo de científicos que trabajaban en el Proyecto Manhattan –un proyecto de investigación estadounidense sobre armas atómicas– se unieron para formar el Boletín de los Científicos Atómicos.

A finales de la década de 1940, la nueva amenaza de las armas nucleares proyectaba una oscura nube sobre el mundo. El Reloj del Juicio Final pretendía ser una advertencia a la humanidad sobre los peligros de esta tecnología. Más tarde, en el siglo XX, se amplió para considerar otras amenazas de origen humano

En 1991, el reloj se colocó a 17 minutos de la medianoche, lo más lejos que ha estado nunca del día del juicio final. Este cambio se produjo tras el colapso de la Unión Soviética y la firma del Tratado de Reducción de Armas Estratégicas por parte de Estados Unidos y Rusia. Durante los años 90 el mundo se sintió algo más seguro.

En la década de 2010, estuvimos muy cerca de colocarnos al borde de una guerra nuclear, aunque no tanto como ahora.

Las relaciones de Estados Unidos con otras potencias nucleares mundiales como Rusia y China eran cada vez más tensas. Se había abandonado el acuerdo nuclear con Irán, lo que afectó a la geopolítica de Oriente Próximo. La amenaza del arsenal nuclear de Corea del Norte se encontraba en una nueva fase alarmante. Junto con la peligrosa retórica del expresidente Donald Trump y el ascenso global de la extrema derecha, todo apuntaba a que la década de 2020 iba a ser una época tumultuosa.

En 2023, las crisis mundiales a las que nos enfrentamos tienen consecuencias devastadoras y efectos potencialmente más duraderos. Nuestro momento actual es insostenible, sobre todo porque las amenazas catastróficas se multiplican e intensifican.

Las crisis se amontonan y van desde la invasión rusa de Ucrania con las amenazas nucleares apenas veladas de Vladimir Putin hasta las tensiones sociales y económicas aún presentes en el tercer año de la pandemia de covid-19. Se trata de desafíos sin precedentes para la supervivencia humana.

Ansiedad apocalíptica

Como el Reloj del Juicio Final está ahora a 90 segundos de la medianoche, la situación añade estrés a una población mundial ya ansiosa.

En Europa, los temores a la covid-19 fueron rápidamente sustituidos por temores a una guerra nuclear.

La ansiedad producida por el miedo a morir está relacionada con la ansiedad nuclear, y la amenaza de guerra nuclear provocada por los titulares diarios podría moldear nuestra forma de pensar y actuar.

Las armas nucleares provocan una ansiedad existencial especial, ya que las armas de destrucción masiva tienen el potencial de erradicar culturas, tierras, lenguas y vidas enteras. En caso de ataque nuclear, el futuro se vería alterado de un modo que nos resultaría inconcebible procesar.

El filósofo Langdon Winner escribió que “durante la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, en cierto sentido todos nosotros nos convertimos en sujetos involuntarios de una vasta serie de experimentos biológicos y sociales, cuyos resultados se hicieron evidentes muy lentamente”.

Para los que crecieron durante el apogeo de la Guerra Fría a mediados del siglo XX, y hasta principios de la década de 1980, el resurgimiento de estas preocupaciones tiene aires de déjà vu. Con el objetivo de contrarrestar este temor recurrente, las herramientas para afrontarlo incluyen limitar la exposición a los medios de comunicación, acercarse a los demás, cultivar la compasión y cambiar de rutinas.

El momento de actuar es ahora

El significado del Reloj del Juicio Final como metáfora es un símbolo gráfico de la multiplicación de los peligros provocados por el hombre. A medida que se acerca la medianoche, la urgencia de la amenaza se intensifica.

Vivamos o no en una de las nueve naciones poseedoras de armas nucleares, todos nos hemos convertido en sujetos involuntarios del experimento que comenzó con la detonación de la primera arma atómica.

En 2023, el Reloj del Juicio Final nos dice que estamos a 90 segundos metafóricos de la extinción autoinfligida. El tiempo apremia.The Conversation

Jack L. Rozdilsky, Associate Professor of Disaster and Emergency Management, York University, Canada y Christian Faize Canaan, Master’s student, Disaster and Emergency Management, York University, Canada

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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