El golpe del general Pinochet rompió un largo período de continuidad democrática en Chile y se convirtió en un emblema mundial de las soluciones militares a los desafíos de la democracia. Por su parte, los atentados del 2001 pusieron en evidencia los extremos a los que puede llegar el terrorismo en su variante religiosa islamista.
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Para los que hemos observado la escena internacional de los últimos cincuenta años, el 11 de septiembre es una fecha asociada con dos graves afectaciones a la democracia: el golpe militar que derrocó al presidente de Chile en 1973 y los atentados terroristas contra Washington y Nueva York el 2001. El golpe del general Pinochet rompió un largo período de continuidad democrática en Chile y se convirtió en un emblema mundial de las soluciones militares a los desafíos de la democracia. Le ha tomado mucho tiempo a la sociedad chilena y a su Ejército reconocer el carácter criminal del gobierno de Pinochet y la corrupción que se permitió al amparo de la impunidad. Pinochet ha sido el único presidente chileno en más de cien años acusado de corrupción. También la izquierda chilena ha madurado en su visión de los errores cometidos por el socialista Salvador Allende, comenzando por el nombramiento mismo de Pinochet, en reemplazo de un general constitucionalista como Carlos Prats, asesinado en Buenos Aires por orden de su compañero de armas y sucesor. Por su parte, los atentados del 2001 pusieron en evidencia los extremos a los que puede llegar el terrorismo en su variante religiosa, islamista, como fueron los perpetrados con pilotos suicidas. Desde entonces fue claro para todos que la estrategia impulsada por la organización Al Qaeda y su jefe máximo, el saudita Osama Bin Laden, constituían una amenaza del fanatismo religioso islamista a nivel planetario. Acogido por el gobierno de Afganistán, Bin Laden logró burlar los más sofisticados servicios de inteligencia del mundo y perpetrar sin armas de fuego los más graves ataques que haya sufrido la capital de Estados Unidos. Construir una sociedad de derechos, justicia y prosperidad es una tarea de largo plazo. Destruirla se puede lograr en un solo día.
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