Los clichés y estereotipos tienen mala prensa: a menudo indican falta de originalidad o pereza creativa. Por eso se puede pasar rápidamente de una sonrisa divertida –ante el frenesí fotográfico de parejas chinas vestidas de boda alrededor de la Torre Eiffel– a una fuerte irritación.
Cuando el 22 de octubre de 2017 estallaron en la Torre Eiffel los fuegos artificiales que anunciaban el cierre de la serie Sense8, los espectadores se quedaron atónitos: ignoraban que se trataba del rodaje de una escena de la serie de las Wachowski, emitida en Netflix.
El episodio se titula Amor vincit omnia y si el título tiene sentido con la narrativa de la serie, también ilustra un cliché que la industria audiovisual utiliza sin reparar en gastos, el de París como capital del amor.
Los clichés y estereotipos tienen mala prensa: a menudo indican falta de originalidad o pereza creativa. Por eso se puede pasar rápidamente de una sonrisa divertida –ante el frenesí fotográfico de parejas chinas vestidas de boda alrededor de la Torre Eiffel– a una fuerte irritación.
En el imaginario globalizado, París evoca el cliché del amor romántico, y a una le gustaría que la ciudad no se redujera a eso.
Jugar con los clichés
Las series americanas producidas desde finales de los años 90 han aprovechado los estereotipos de una ciudad que simboliza el amor, la moda o la gastronomía para contraponerlos a los valores del “hogar, dulce hogar” americano.
Así, en Las chicas Gilmore (2000-2006), muy arraigada en Stars Hollow, un pequeño pueblo imaginario de Connecticut, Lorelei se casa con el padre de su hija, Christopher, en París (temporada 7, capítulo 7). Sin embargo, este París, vislumbrado con vistas al Sena y un paseo por el mercado, es un cliché irreal, casi falso, al igual que la boda de la heroína. El servicio hotelero en París también es mediocre, los franceses no trabajan como los americanos… ¡Los personajes no ven el momento de volver a Estados Unidos!
Del mismo modo, en Sexo en Nueva York (1998-2004), Carrie Bradshaw pasea triste por la ciudad y llama a su amiga en Manhattan para expresarle su decepción. Ensucia sus bonitos zapatos con las inevitables heces de perro y se tumba bajo la lluvia en Dior (temporada 9, capítulos 19 y 20). Aunque vuelva a encontrar el amor en el Pont des Arts, ¡viva Nueva York!
La maravillosa señora Maisel (2017-2019) ofrece una incursión parisina romántica y bohemia más cercana al cliché original, al encajarlo en el tono general de la serie. La serie juega con los estereotipos de la vida bohemia en el Nueva York de los años 50 y 60 al servicio de la emancipación de su heroína.
En la segunda temporada, la madre de Midge, Rose Weissman, ya no soporta la rigidez de su vida matrimonial ni las convenciones sociales de Nueva York y se muda a la capital francesa. Su marido, que ha ido a buscarla, también se transforma. Tony Shalhoub, quien interpreta a este último personaje, declaró que:
“¡En París rejuvenecen, llevan ropa más suave y beben más! Esta ciudad les hace dejarse llevar. El amor que desprende infunde nueva vida a su relación”.
Como capital del amor, es también un lugar de libertad y creatividad recién descubiertas. Este guiño al tópico del París de los años 50 como ciudad de emancipación para los estadounidenses no está exento de sutileza y humor, ya que se encuentra con el estereotipo paralelo de una Nueva York idealizada. La nostalgia de los “buenos viejos tiempos” se alimenta de clichés, nos dice la serie.
La geolocalización del estereotipo
Pero ¿de qué París se trata? A muchos les exaspera la recurrencia de lugares y el conformismo que esto expresa: es frecuente ver el Sena, algunos puentes, en particular el Pont des Arts (recordemos que los pequeños candados del amor, hoy extintos, invadieron Instagram en su momento), la Torre Eiffel y Montmartre.
Por no hablar de los recorridos que se realizan y las distancias inverosímiles: coger el metro en Abbesses y bajarse en Arts et Métiers o ir de Montmartre a la Torre Eiffel en pocos pasos…
En nombre de la eficacia dramática, el tiempo y los lugares de la ficción se construyen lejos de la realidad, incluso cuando aspiran a un cierto realismo. Es necesario pasar rápidamente de un lugar a otro en la acción. Las condiciones logísticas y económicas de los rodajes son también un factor de producción de estereotipos por parte de la propia industria.
El aumento constante de los rodajes en París, interrumpido durante la pandemia, se ha reanudado con fuerza, con 102 largometrajes y 76 series que han significado 7 000 días de trabajo.
Los créditos fiscales y los fondos de ayuda tienen por objeto promover París y la región de Île-de-France, como proclama el eslogan “Elige París” en el salón anual del mismo nombre. Esto representa casi 19 000 empleos fijos y una masa salarial de 1 900 millones de euros, incluidos los contratos temporales.
La lucha contra la deslocalización de los rodajes es, por tanto, fuerte y la competencia entre emplazamientos muy real.
Se ejerce del mismo modo en Estados Unidos. Hay que recordar que los lugares de rodaje están a veces desconectados de los lugares escenificados por las series. Las tres versiones de C.S.I. se rodaron en estudios de Hollywood, aunque estaban situadas respectivamente en Las Vegas, Nueva York y Miami.
Dick Wolf, el creador de Ley y orden, rechazó la llamada de los focos californianos para rodar en Nueva York y darle a su serie el ambiente gris de la ciudad. Pero para Policías de Nueva York, Steven Bochco eligió Hollywood, y el resultado fue aclamado tanto por la crítica como por los espectadores. La impresión de veracidad de una serie no está necesariamente ligada a su geolocalización.
Emily en París: ¿el colmo del cliché o la eficacia de los sueños?
Desde su lanzamiento en octubre de 2020, Emily en París ha sido un éxito mundial, sólo igualado por el sarcasmo que la ha acompañado en Francia.
Su creador, Darren Starr, que ya nos había hecho soñar con una Nueva York glamurosa en Sexo en Nueva York, aplicó los mismos procedimientos iconográficos. Eligió lugares emblemáticos (la panadería, la plaza de l'Estrapade, los cafés con terraza) y paseos recurrentes (los muelles, los puentes del Sena, las iluminaciones).
Esta vez ofrece la visión americana de París de una joven heroína con atuendos improbables, la hija instagrammer de Carrie Bradshaw en la era #PostMeToo. Exasperando a los críticos, la capital es a la vez idealizada y anticuada, los parisinos arrogantes e inhóspitos. Con tópicos estadounidenses frente a tópicos parisinos, la serie se burla de estas oposiciones, que podrían recordar a las existentes entre las provincias y la capital.
Sin embargo, ha creado una espectacular locura inmobiliaria entre los anglosajones e invita a los turistas a un tour de Emily-en-París, al igual que ocurrió con la Gran Manzana y Sexo en Nueva York. El sueño no tiene precio.
Construcción y deconstrucción
Podría incluso afirmarse que, la mayoría de las veces, la representación de una ciudad tiene sentido precisamente combinando estereotipos y actualizaciones de esos mismos estereotipos.
Es el caso de las series estadounidenses que asocian estrechamente los monumentos de Washington con el poder presidencial, hasta el punto de invadir por completo los títulos de crédito de House of Cards. Miami combina un escaparate reluciente con una delincuencia violenta subyacente (Dos policías en Miami, Dexter). Nueva York es un símbolo tan poderoso que los títulos de crédito de Los Soprano simplemente juegan a salir de la ciudad hacia los suburbios de Nueva Jersey para evocar la fuerza del vínculo.
Pero es una ciudad poco conocida iconográficamente la que se ha llevado todos los laureles: Baltimore, con The Wire. Al negarse a emitir juicios morales, la serie de David Simon y Ed Burns sumerge al espectador en el mercado de la droga al aire libre de Baltimore y le obliga a rechazar todos los estereotipos asociados. Al hacerlo, levanta un espejo ante una condición urbana que va más allá de la propia ciudad y habla a todo el mundo.
Lo mismo ocurre con París. Esto explica el éxito de la serie Espiral en Francia y en el extranjero desde 2005. Al elegir espacios vacíos y abandonados para sus investigaciones criminales, en contraste con el Palacio de Justicia de la Cité o los despachos de abogados del oeste de París, la serie examina una ciudad a la vez reconocible e incognoscible, cercana y lejana. Una ciudad que es la imagen de sus personajes y viceversa, articulando los estereotipos de lugares y héroes en un cambio permanente.
Lejos de cualquier juicio binario sobre los estereotipos, las series ganan en riqueza al cuestionarlos, hurgando a veces en nuestra memoria para resucitar viejos barrios desaparecidos, como el Palacio de Justicia en tiempos de la Île de la Cité, o el Quai des Orfèvres, escenario de tantas series policíacas, empezando por Maigret.
¿París será siempre París?
Lejos de ser fija, la imagen de París evoluciona profundamente a través de las series. Podríamos extender esta reflexión a la imagen de Francia en otros lugares, desde los barrios de Marsella (Plus belle la vie) hasta las zonas de emigrantes de Calais (Years and Years), que renuevan las perspectivas de las historias.
Así pues, ninguna representación de París puede pretender ofrecer una imagen única y objetiva. Sus estereotipos son anticuados, fragmentarios, fuente de frustración o nostalgia. También constituyen una forma de herencia ficticia para cualquier nueva escritura, cualquier nueva perspectiva.
De hecho, todos ellos contribuyen a hacer de París un lugar inasible, a la vez “siempre” París y “nunca” París, fascinando una y otra vez a los creadores.
Monika Siejka, Enseignante Chercheuse en storytelling, leadership et management, Université de Versailles Saint-Quentin-en-Yvelines (UVSQ) – Université Paris-Saclay
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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