RPP Noticias conversó con especialistas del cine para conocer el proceso evolutivo de tres personajes icónicos de las cintas de terror en este Halloween.
¿Un hombre que bebe sangre de otros? ¿Un ser humano que vive como un murciélago? La idea que parece habérsele ocurrido primero a un no tan conocido autor del siglo XIX, llamado Bram Stoker, era de viejo cuño en la literatura popular y el folclor oral, y tuvo sus apariciones en obras como el “Satiricón” de Petronio o “Las mil y una noches”. Sin embargo, fue gracias a la pluma del autor irlandés que ganó tal protagonismo, hasta el punto de volverse una figura popular.
El vampiro humano concebido por Stoker bajo el título unívoco de “Drácula” apareció por primera vez en 1897. Estaba inspirado en un personaje que existió en la vida real: Vlad Draculea, un señor feudal y héroe de guerra rumano que vivió a mediados del siglo XV, habitaba en un castillo que a la fecha es destino turístico de los fans del terror y a quien le atribuían comportamientos sádicos como clavar a sus prisioneros con estacas.
Su aterrizaje en la pantalla grande ocurrió en 1922, cuando el director alemán F. W. Murnau estrenó “Nosferatu” y creó la imagen de un hombre vampiro de rostro pálido y orejas puntiagudas. “Esa estética de fotografías contrastada, de sombras marcadas, será influencia fundamental para el Drácula interpretado por Bela Lugosi en 1931”, apuntó para RPP Noticias el crítico de cine José Carlos Cabrejo.
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Lugosi, actor austro-húngaro cuyo reconocimiento internacional se dio bajo la capa del conde chupasangres, influyó de manera fundamental en sus futuros sucesores a partir de ese “aire seductor”, según el especialista, “como la realizada por Christopher Lee en ‘El horror de Drácula’ de Terence Fisher (1958)”. “Es un vampiro en el que las sugerencias sexuales son aún mayores, con su capa cubriendo poco a poco la perspectiva de la cámara mientras muerde el cuello de su víctima”, señaló.
Cabrejo destacó, por otro lado, otras adaptaciones del clásico de Bram Stoker, como la que realizó Francis Ford Coppola en la década de 1990, “con Gary Oldman interpretando a un vampiro que experimenta un amor sin barreras de tiempo”. Y también el príncipe transilvano interpretado por Claes Bang en la serie “Drácula”, estrenada este año en Netflix, que “recoge ciertas sensibilidades del tiempo presente” al convertir a Van Helsing, cazador de vampiros, en un personaje femenino.
Un elemento esencial, según Cabrejo, parece persistir en el personaje: “encarna el retorno de lo reprimido”. En Drácula se “concentra una energía sexual que la religión reprime”. De allí que la cruz católica sea su enemiga y su imponente figura provoque terror y deseo. “Es un personaje que inquieta, pero quizás porque nos enfrenta a nuestros propios deseos, los más recónditos, aquellos que debemos reprimir para adaptarnos a las normas sociales. Por eso, a la vez y, aunque parezca algo contradictorio, Drácula nos atrae”, concluyó el también docente de la Universidad de Lima.
LA MOMIA: DEL TERROR A LA AVENTURA
Una profanación de lo sagrado produce el surgimiento de la momia. No es un ser vivo, tampoco un muerto: este cadáver despierta (no renace) del más allá para castigar a quien ose molestar su descanso eterno. Con el tiempo, la mitología moderna le atribuyó rasgos característicos como estar cubierta de vendas, pero se sabe que su origen es en el antediluviano Egipto, en la época faraónica donde la muerte de los nobles estaba marcada por rituales religiosos de gran simbolismo.
Aunque resulte difícil rastrear su origen en la literatura popular, el escritor Théophile Gautier popularizó la historia de una enigmática momia en el siglo XIX con su título “La novela de la momia” (1858), inspirada en el Antiguo Egipto y escrita bajo un contexto en el que Francia se hallaba fascinada por la egiptología. Otro autor que hizo lo propio con este personaje fue Arthur Conan Doyle, más conocido por su célebre detective Sherlock Holmes, pero que con su título “El anillo de Thoth” sembró la semilla de futuras adaptaciones cinematográficas.
“Desde el cine mudo se daba el tema de representar a la momia. Hay intentos en Francia, Inglaterra y Estados Unidos en la primera década del siglo XX, aunque no eran historias muy consolidadas”, apuntó el crítico Raúl Ortiz Mory respecto a los primeros pasos de la momia en el séptimo arte. “En 1932, con la película ‘La momia’ (Karl Freund), es la que más ha influido y ha tenido más remakes. Fue protagonizada por Boris Karloff, el mismo actor que hizo de Frankenstein y abrió el camino hacia las secuelas del personaje”, añadió.
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De allí en adelante, el estudio de cine Hammer Productions, famoso por promover el cine de terror, sacó adelante cintas del mismo corte. Entre ellas, el especialista rescató “La momia” de Terence Fisher, protagonizada también por Christopher Lee. “Quien hace de explorador es Peter Cushing, un actor que trabajaba con Lee y que en el cine de género eran vistos como un tándem muy potente”, añadió.
Con “La momia” de 1999, protagonizada por Brendan Fraser, Arnold Vosloo y Rachel Weisz, el personaje se refrescó para nuevas generaciones. “Es una película que utilizó muy bien los efectos especiales, bien empleados para la época, con una trama muy entretenida y creo que hasta hoy es una cinta que se comparte en familia”, apuntó Ortiz Mory. Caso contrario, a opinión del crítico, con la reciente “La momia” (2017), que tiene a Tom Cruise en el rol estelar y fue un fracaso a nivel de apreciación.
Con el tiempo, el cine dotó de variantes al personaje. “A nivel de argumento, primero se basa en un sacerdote o monje que empieza a adquirir poderes y después es una momia independiente, que nace de las profanaciones”, apuntó el crítico. Otra evolución en la figura de la momia es que, en las películas, transitó del género de terror al de aventuras, según detalló Ortiz Mory.
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FRANKENSTEIN: EL RECHAZO AL MODELO NORMATIVO
El siglo XIX, conocido como el siglo de la novela, alumbró portentos como “Frankenstein o el moderno Prometeo”, singular libro escrito por una autora de casi 20 años, con una gran capacidad imaginativa, llamada Mary Shelley. La propuesta de esta escritora, dramaturga y filósofa británica marcó un hito para la historia de la literatura al ser la primera novela de ciencia ficción moderna, publicada en 1818.
Como con muchos clásicos, el séptimo arte miró con buenos ojos la adaptación de un Frankenstein y, según explicó la crítica de cine Alejandra Bernedo, el personaje estuvo presente desde el cine mudo. “Es del grupo de los llamados ‘monstruos clásicos’, de los que Universal produjo numerosas películas, tomándolos de la literatura. Frankenstein fue de los más exitosos para Universal, destacando las cintas taquilleras en las que es interpretado por Boris Karloff”, señaló.
Frankenstein es creatura de Víctor Frankenstein, el doctor de quien toma su apellido y que a partir de las partes de distintos cadáveres le da vida para desentrañar la enigmática alma humana. El cine clásico, según la historiadora del arte, nos legó la imagen de “un monstruo de cráneo cuadrada y cabello corto, creado entre grandes descargas eléctricas”. Una representación que le pertenece al arte cinematográfico, pues en la novela se le describe “con una melena larga, creado sin usar electricidad”.
Sin embargo, según Bernedo, “tras la Segunda Guerra Mundial, se harían menos populares” las encarnaciones de Frankenstein en la pantalla grande. Aunque, entre las más famosas, la especialista rescató la que interpreta el camaleónico Christopher Lee en la cinta de Terence Fisher, titulada “La maldición de Frankenstein” y la de 1994, protagonizada por Robert de Niro, Kenneth Branagh y Helena Bonham Carter.
En la actualidad, Frankenstein evoca toda una gama de emociones, según la mirada de sus distintos intérpretes cinematográficos. “El monstruo puede ser interpretado desde el simple miedo a una fuerza sobrehumana, la duda sobre la existencia del alma o el temor por el avance tecnológico”, indicó Bernedo. Sin embargo, opinó que Mary Shelley, “como hija de la filósofa y pionera del feminismo Mary Wollstonecraft, propone lo que en el cine y en toda época nos une al relato de Frankenstein: el rechazo por quienes se ven diferentes al modelo normativo y la soberbia del hombre”.
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