Como si fuera poco atentar contra la Educación Sexual Integral de las niñas, niños y adolescentes en las instituciones educativas y socavar la calidad de la educación superior modificando la estructura de la SUNEDU, el Congreso de la República a través de la Comisión de Educación, Juventud y Deporte ha aprobado el PL 291/2021-CR que pretenden modificar el Currículo Nacional de Educación Básica (CNEB) para incluir contenidos para la secundaria denominados “Historia de la subversión y el terrorismo en el Perú”. Dicho proyecto ha sido valorado como inviable por el Ministerio de Educación y el Consejo Nacional de Educación.
Desde el año 2016 los contenidos curriculares en el Perú se desarrollan por competencias orientadas por el CNEB, dos de ellas son: “Convive y participa democráticamente en la búsqueda del bien común” y “Construye interpretaciones históricas”. De tal modo que, los estudiantes de secundaria puedan egresar desenvolviéndose como ciudadanos, pero además competentes para interpretar lo sucedió y viene sucediendo en el país y en el mundo usando su juicio crítico. El enfoque por competencias deja en el pasado la práctica docente transmisora de contenidos para concentrar esfuerzos en el desarrollo de aprendizajes que permita a los estudiantes caminar por el mundo asumiendo sus responsabilidades, ejerciendo derechos, viviendo en sociedad y transformando su realidad para una vida en paz.
Los motivos expuestos que justifican la pretendida ley no solo escapan a los enfoques modernos de la educación, sino que se sostienen en visiones sesgadas de la realidad al imponer una narrativa en torno a la “subversión y el terrorismo” reducida a los actos terroristas cometidos por las organizaciones Sendero Luminoso y el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru y a la intervención de los actores que los combatieron entre los años 1980-2000. El Informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación y los cientos de investigaciones producidas a partir del Conflicto Armado Interno-CAI, expresan que hay un antes que permite explicarlo, un contexto socio-político-económico en que se desencadenó y un después que vivimos hoy.
Mucha de la violencia perpetrada durante el CAI sigue reproduciéndose hasta nuestros días en los ámbitos urbanos y rurales. Y es que el trauma de perder a los familiares, sufrir torturas, mutilaciones, violaciones o vivir con la desaparición de los seres queridos es una marca con la que es difícil vivir. Ese CAI nos afectó a todas y todos de alguna u otra manera y tiene que seguirse abordando no solo como hechos de una etapa concluida, sino como una realidad que explica en gran parte: los rasgos autoritarios de nuestro presente; la violencia en cientos de comunidades y familias; el carácter jerárquico y abusivo de varias instituciones castrenses; las profundas desigualdades que permanecen, entre otros aspectos.
La formación cívica no consiste en imponer un relato e impedir que sean las y los estudiantes los que arriben a sus propias conclusiones. Requerimos que el CAI se aborde como un capítulo de la historia del Perú y un presente que nos sigue interpelando.
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