Hace pocos días se ha conmemorado el Día internacional de los pueblos indígenas y algunos se preguntarán, si todas las personas sin excepción somos seres humanos y ciudadanos de algún país ¿Por qué habría que celebrar la existencia de los pueblos indígenas?
Porque son poblaciones que como otras han resistido la exclusión y la marginación histórica, instituida social, política y simbólicamente viéndose limitados en el goce de sus derechos individuales y colectivos. A nivel mundial las poblaciones indígenas representan el 5%, en Latinoamérica 8.5%, pero en el Perú se trata de la cuarta parte pertenecientes a 55 pueblos distintos, lo que expresa la diversidad cultural y lingüística de nuestro país. Sin embargo y pese a los avances en políticas para cubrir sus justas demandas, las brechas de desigualdad se acentúan cuando se trata de esta población, en especial entre las mujeres, niñas, niños y jóvenes. En otras palabras, ser indígena en el Perú es un enorme desafío.
Han transcurrido 40 años desde que se instaló el Grupo de Trabajo sobre las Poblaciones Indígenas en el Sistema de Naciones Unidas integrado por representantes de todo el mundo, abriendo paso al reconocimiento de un conjunto de derechos colectivos específicos para estas poblaciones, siendo uno de los hitos más importantes la aprobación del Convenio 169 de la OIT sobre pueblos indígenas y tribales en 1989. La palabra clave en esta importante herramienta es la “autonomía”. No se trata solo de resarcir deudas históricas, de crear políticas compensatorias o de inclusión, se trata de reconocer en primera instancia que los pueblos indígenas son portadores de valores, culturas, lenguas, espiritualidades, conocimientos, tecnologías, artes, etc. y que es deber de los Estados firmantes de dicho tratado protegerlos y promoverlos.
Las implicancias del convenio son amplias, no se circunscriben a la consulta previa como muchos piensan. En materia educativa, los pueblos indígenas debieran gozar de su derecho a la educación en pie de igualdad con el resto de la comunidad nacional, que no implica que reciban el mismo servicio o tan solo ampliar el acceso, sino una educación acorde a sus tradiciones y culturas con la participación de los mismos pueblos para abarcar sus historias, conocimientos, técnicas, sistemas de valores y “todas sus demás aspiraciones sociales, económicas y culturales”. Inclusive, reza el artículo 27, que tienen derecho a crear sus propias instituciones y medios de educación, para lo cual deberán contar con los recursos públicos apropiados para tal fin. En este marco, otros países han desarrollado iniciativas interesantes y exitosas en el nivel básico y superior bajo el concepto de “educación propia”, lo cual va mucho más allá de lo avanzado con la Educación Intercultural Bilingüe en el Perú.
Podemos seguir celebrando la existencia de los pueblos indígenas, pero no basta, es indispensable caminar hacia su pleno reconocimiento y goce de sus derechos colectivos y para ello es clave su autonomía territorial que les permita decidir las maneras más pertinentes y adecuadas de materializar sus derechos en proyectos de vida propios.
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