La Navidad es una fecha que causa emociones encontradas, pero que a nadie deja indiferente. Una mirada positiva nos diría que, aunque haya muchas formas de recibir esta fecha, en casi todos genera un sentimiento de solidaridad que no debemos dejar pasar. ¿Usted, paisana, paisano, qué tipo de Navidad recibe?
¿Es usted el de la Navidad religiosa, el que escucha la misa de gallo, se confiesa, comulga y agradece que Dios haya enviado a su hijo a salvar al mundo? ¿O es más bien el navideño tradicionalista, que hace un nacimiento con papeles verdes en su sala, con animalitos, pastores, casitas en miniatura y hasta camioncitos de bomberos? ¿Será tal vez el navideño nórdico, el que decora un pino artificial con bolitas brillantes que se prenden y apagan, y se disfraza de Papá Noel en traje rojo y blanco?
¿O quizás el de la navidad “gourmet”, el que espera ansiosamente la cena de las 12 que, dependiendo del presupuesto, tendrá pavo o pollito, ensalada rusa, puré de manzana, tamal criollo, arroz “árabe”, vino espumante, y, por cierto, chocolate caliente y un buen pedazo de panetón?
¿O más bien será su Navidad de padres preocupados por el gasto de regalar a Yoselin un celular, a Williams las zapatillas “de marca” y a Alexandro esos bloques para armar que esta vez reemplazarán el juego electrónico carísimo que desea? ¿O si no podría ser usted ese navideño crítico del consumismo, ese consumismo que, según usted, desnaturaliza el sentido familiar de la fecha, pero que, no mienta, no deja de hacer un regalito aquí y otro allá a sus seres queridos? O, frente a esa crítica, podría ser usted el de la Navidad productiva, el de la Navidad del artesano y la del comerciante, que en esa fecha mejoran el negocio del año para comprarles luego a sus hijos algo que necesitan. Podría ser también —ojalá no— el de la Navidad de los pobres, que tienen el espíritu, pero no los medios para festejar. Esos pobres a los que este año podríamos ayudar, pero, más que una ayuda puntual, esperan oportunidades de trabajo y de crecimiento para poder festejar mejor todos los años.
¿Ya vio usted, paisana, paisano, a cuál tipo navideño se parece más, al nórdico, al tradicionalista, al gourmet o a otro? ¿Quizás a una mezcla de ellos? Lo bueno, paisana, paisano, es que, con motivaciones y maneras distintas de celebrar, todos compartimos el deseo de que a partir de esta Navidad nuestro país empiece a mejorar y ojalá nuestro regalo sea prometerle trabajar más para que eso ocurra. Feliz Navidad para todos ustedes, queridos paisanos.
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