Universidad y autoconocimiento

En nuestros días, se repite reiteradamente que la universidad es un lugar de adiestramiento profesional, en el cual los jóvenes aprenden una serie de saberes instrumentales que les permite ser parte del mundo productivo. Esta concepción, limitada y empobrecida, desconoce otras dimensiones de la vida universitaria, como la existencial y la comunitaria.

Esta concepción, limitada y empobrecida, desconoce otras dimensiones de la vida universitaria, como la existencial y la comunitaria. | Fuente: Foto: Andina

En una concepción seria y responsable de la vida académica, una vez que ingresamos a una universidad, empezamos a ser parte de una comunidad de sentido, en el cual nuestras aptitudes personales empiezan a desplegarse, tras un complejo y enriquecedor proceso de aprendizaje que une teoría, técnica y experiencia. El resultado de este camino será la posesión de un saber crítico, transformado en acción efectiva, que se desenvolverá en el mundo social. De ahí la evidente responsabilidad que recae en una comunidad universitaria, pues se trata de formar, de la mejor manera posible, al futuro poseedor de una profesión. Pues toda acción educativa tiene efectos sobre la comunidad. 

Como la vida universitaria en un camino, en éste se aprende tomando contacto intelectual y práctico con diversas materias y ciencias, que, poco a poco, van forjando nuestra impronta profesional, la misma que es evaluada en una serie de pasos relevantes, cuyo final es la tesis que certifica nuestro saber hacer. Sin embargo, en este proceso también se va formando un interior, que se evalúa a si mismo mientras transcurre nuestro tiempo universitario. En la indagación interior, nos vamos preguntando hasta qué punto nuestro saber será suficiente, hasta qué punto podemos mantener nuestra decisión profesional, cómo nos irá en el futuro ejerciendo esa profesión o si nos consideraremos realizados en el ejercicio laboral. Todas estas preguntas, y otras, son posibles porque la universidad es un espacio para el autoconocimiento. 

Sin duda, una universidad seria y responsable, será aquella que propicie los espacios del conocimiento interior, a partir de una serie de asignaturas que le permita al estudiante universitario indagar sobre su experiencia humana, tanto desde el plano crítico, la dimensión cultural y la dimensión temporal. Es suma, a partir del fértil territorio de las humanidades y las ciencias complejas, y las diversas maneras de ofrecerlas. 

Es evidente que en una época en que las lógicas instrumentales han penetrado en el espacio académico, los rankings utilitarios no tienen manera de ponderar las condiciones que una universidad crea para el autoconocimiento de los alumnos. Esta visión empobrecedora desconoce un hecho esencial que defendemos: que la universidad es el espacio por excelencia en donde descubrimos nuestra vocación de vida, al interior de una comunidad. El día que volvamos a recordar que en la universidad venimos, también, a conocernos, podremos aspirar con mayor realismo a vivir mejor. Porque no hay nada más desolador que un “profesional” incapaz de dar respuesta a la pregunta sobre su lugar en su vida y en la vida. La universidad está entroncada a la compleja red de interdependencias, de ahí su responsabilidad con el futuro de una sociedad. 

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Es Dr. (c) en Humanidades por la Universidad de Piura y maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Autor del libro "La trama invisible de lo útil. Reflexiones sobre conocimiento, poder y educación" y de numerosos artículos académicos vinculados a la historia de las ideas, con énfasis en la historia conceptual, y en las relaciones entre conocimiento y sociedad en el Perú y América Latina.

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