Tiempos de estoicismo

La actualidad del pensamiento antiguo se hace presente tanto en momentos de relativa normalidad como en procesos de cambios y de crisis profundas. De ahí que revisar a los clásicos siempre es motivo de aprendizaje aun cuando el contexto en los cuales se elaboraron sus aportaciones parezca muy distinto al nuestro. ¿Estamos en tiempos de estoicismo? Veamos.

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El estoicismo apareció, se expandió y consolidó en circunstancias en que la ética centrada en la vida política de la ciudad estado, como la de Platón o Aristóteles, fue superada por el cosmopolitismo práctico de las grandes conformaciones políticas, como el imperio macedónico y las crecientes prácticas imperiales de Cartago y, finalmente, de Roma. La participación ciudadana tenía cada vez menos peso en la medida que las decisiones de gobierno eran más distantes del sentir y actuar de los ciudadanos. En esas circunstancias, se fue gestando poco a poco una percepción más individualista de las preocupaciones morales, la misma que condujo al periodo helenista de la filosofía, con corrientes de pensamiento como el epicureísmo, el estoicismo, entre otras.

El estoicismo surgió en Atenas en el siglo III aC, fundado por el filósofo Zenón de Citio. Su nombre se deriva de la frase griega “stoa poikile”, que significa “pórtico de las pinturas”, lugar en el ágora ateniense en donde se concentraban Zenón y sus discípulos a filosofar. El estoicismo, por cuestiones que tienen su explicación en la historia y en la sociología del conocimiento, se expandió por varios lugares de la cuenca mediterránea en los siguientes siglos. Y se estableció en Roma con mucha fuerza, donde amaneció la obra de algunos de sus exponentes más reconocidos como Séneca, el esclavo Epicteto, el emperador Marco Aurelio, etc.

A pesar de las diferencias importantes que se pueden encontrar entre las obras de los pensadores estoicos, hay algunas líneas básicas que se pueden reconocer. Una de ellas es que centra su atención en la forma de cómo debemos conducirnos moralmente en un mundo regido por fuerzas que están más allá de nuestra voluntad. En el cosmos, el universo, o como queramos llamarlo, ocurren un determinado número sus sucesos sobre los cuáles no tenemos ningún control. Estos ocurren por necesidad, es decir, es necesario que acontezcan porque así está determinado. Por ejemplo, es muy evidente que vamos a morir y que las causas de nuestra muerte estén interactuando en este preciso momento sin tener conocimiento de las mismas. La fecha y hora de nuestro deceso ya está dada, solo que desconocemos cuándo ocurrirá.

Lejos de manifestar una visión fatalista de la existencia, el estoicismo nos invita a concebir la vida asumiéndola con serenidad, prudencia y templanza. Pues tenemos que entender -“estoicamente” -que nuestros esfuerzos son siempre limitados, que es imposible prever gran parte de los escenarios que nos rodean y que no podemos pretender que las personas actúen de la manera que quisiéramos. Asimismo, que debemos constantemente ajustar nuestras expectativas de un modo realista, a fin de no frustrarnos y llenarnos de ira. Pues la sensación del fracaso y la furia son dos de las pasiones que más sufrimiento nos ocasionan.

Evidentemente el aprendizaje estoico no es fácil. Más aun cuando nos hemos acostumbrado (o nos han repetido insistentemente) que toda meta es alcanzable y que todo sueño, sea cual este fuese, es posible. Obviamente hay cosas que podemos lograr en la vida, pero para ello hay que aprender a ajustarlas a las circunstancias reales en cuales nos encontramos. Lo inteligente es darse cuenta de ello y descubrir lo que sí está en nuestras manos y lo que no está.

La pandemia y sus variados efectos culturales, sociales y económicos, han sido la evidencia de que hay fuerzas y dinámicas que se desarrollan mucho más lejos de lo que podemos hacer individualmente y colectivamente. De igual modo, la actual guerra que ha cambiado la geopolítica, la crisis alimentaria que se avecina a escala mundial y la terrible y fratricida polarización interna que sufrimos son procesos que están más allá de nuestros fueros personales. De pronto, asumir las cosas “con estoicismo” limite -en algo-los pesares interiores y las angustias que muchos manifiestan en nuestros días. Si son tiempos de estoicismo, volvamos a leer a sus maestros.

Jefe del Departamento de Filosofía y Teología de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya (UARM). Es Dr. (c) en Humanidades por la Universidad de Piura y maestro en Filosofía por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Autor del libro "La trama invisible de lo útil. Reflexiones sobre conocimiento, poder y educación" y de numerosos artículos académicos vinculados a la historia de las ideas, con énfasis en la historia conceptual, y en las relaciones entre conocimiento y sociedad en el Perú y América Latina.

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