Lewis Mumford (1895-1990), fue, quizás, uno de los últimos intelectuales capaces de poseer una poderosa formación oceánica, una capacidad para unir temas aparentemente disímiles y una atrevida predisposición para lanzar hipótesis arriesgadas sobre innumerables tópicos. En ese sentido, aun cuando Mumford podría ser osado en muchas de sus aseveraciones, también es evidente que su audacia fue muy reveladora.
Sobre todo, elaborando su interesante filosofía de la técnica, la misma que nos conduce a interrogarnos, acerca de los procesos de absorción cultural de las máquinas, más allá de su uso por parte del ser humano.
Por ello, tomando en cuenta lo que hay detrás de la racionalidad maquinal, Mumford introdujo el concepto de “megamáquina”. Una metáfora que describe a la sociedad moderna como un sistema gigantesco y complejo en el que la tecnología, la organización social y el entorno natural se encuentran interconectados y se refuerzan mutuamente.
Esta “megamáquina” tiene su propia historia, la misma que analiza en su obra el “Mito de la máquina” (1970), observando la evolución de la tecnología desde la prehistoria hasta el siglo XX. Argumenta que la megamáquina surgió con el desarrollo de la agricultura y las ciudades, cuando los humanos comenzaron a utilizar la tecnología para controlar y transformar el entorno natural a gran escala.
La “megamáquina” se caracteriza por su tamaño y complejidad, en la medida que es un sistema extenso que abarca no solo la tecnología material, sino también las estructuras sociales, políticas y económicas que la sustentan. También, por su carácter autoritario, pues la “megamáquina” tiende a ser controlada por una élite o clase dominante que utiliza la tecnología para mantener su poder y control sobre la sociedad.
Asimismo, por su impacto en el medio ambiente, ya que la “megamáquina” ha tenido un impacto profundo en el planeta, causando deforestación, contaminación y agotamiento de recursos. Finalmente, por su impacto en la vida humana; debido a que la “megamáquina” ha transformado la forma en que vivimos, trabajamos y pensamos, pero también ha creado problemas como la alienación, la explotación y la desigualdad.
En su libro más célebre, “Técnica y civilización” (1934), Mumford realizó un análisis profundo de la relación entre la tecnología, la sociedad y la cultura a lo largo de la historia occidental. Plantea que la tecnología no es una fuerza neutral, sino que está moldeada por las estructuras sociales y culturales y, a su vez, las transforma.
En esta célebre obra, el pensador inglés estableció una serie de periodos en la evolución tecnológica, siendo las más importantes: Eotécnica, Paleotécnica, Neotécnica, Megalotécnica, etc. En este último caso, la tecnología se caracteriza por el desarrollo de la electricidad, el motor de combustión interna y la electrónica. Las sociedades megalotécnica son globales y altamente interconectadas.
En relación con la robótica y a la IA, Mumford no llegó a presenciar el auge de la robótica moderna como la conocemos hoy en día, ni tampoco de la Inteligencia Artificial. Sin embargo, sus ideas sobre la automatización y la mecanización son aplicables a este campo.
El pensador advirtió sobre los peligros de la deshumanización y la alienación que podrían surgir de una sociedad excesivamente dependiente de las máquinas, incluyendo robots y formar de razonamiento artificial. Pues la tecnología, al hacerse demasiado poderosa, podría conducir a una pérdida del control humano.
Estos temores se aplican a la IA, especialmente si avanza hasta un punto en que supere la inteligencia o la capacidad de toma de decisiones humanas. La obra de Mumford es una invitación para reflexionar en serio sobre nuestra época.
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