Desde el final de la segunda guerra mundial, Finlandia y Suecia, por “razones de estado”, mantuvieron su independencia militar al margen de la OTAN. Esa autonomía les permitió, entre otras cosas, crear un sistema de defensa propio más allá de los dos grandes ejes de occidente, Washington- Londres y Berlín-París. Asimismo, decidir su presupuesto militar de acuerdo a su realidad fiscal y encontrarse libres de las acciones militares que la alianza atlántica generaba por medio mundo. Pues bien, ese escenario ha cambiado. Finlandia y Suecia han solicitado su ingreso formal a la OTAN por “razones de estado”. El mismo que podría ser aceptado en junio por esta alianza militar a no ser que Turquía, por “razones de estado”, se niegue. Pero igual, la decisión ya ha sido tomada.
¿Por qué Finlandia y Suecia abandonan su convencida neutralidad y optan por ser parte de la alianza militar de occidente? Porque reconocen su vulnerabilidad ante un eventual ataque e invasión rusa y porque reconocen que se ha iniciado una nueva etapa en la historia del mundo, en la cual el derecho internacional- de carácter universal y cosmopolita- está superado por el retorno de las alianzas multipolares. Lo que quede del siglo XXI será muy inestable. Y en esa oscilación geopolítica, la neutralidad deja de ser un principio geoestratégico a tomar en cuenta. Entonces, ambas naciones ceden en autonomía en pos de seguridad. La “razón de estado” ha primado.
Una de las primeras reflexiones sobre la “razón de estado” se la debemos a Nicolás Maquiavelo. El fundador de la ciencia política escribió en sus “Discursos sobre la primera década de Tito Livio”, lo siguiente: “en las deliberaciones en que está en juego la salvación de la patria, no se debe guardar ninguna consideración a lo justo o lo injusto, lo piadoso o lo cruel, lo laudable o lo vergonzoso, sino que, dejando de lado cualquier otro respeto, se ha de seguir aquel camino que salve la vida de la patria y mantenga su libertad” (1512). Es decir, por interés nacional, se deben priorizar las decisiones que garanticen las continuidad, estabilidad y bienestar de un país, más allá de cualquier otra consideración moral o religiosa. En esta concepción “realista” de lo político, se le confiere mayor valor a la decisión política calculada, sobre todo porque se busca garantizar el abecé de lo público, el axioma sobre el cual se construye toda comunidad histórica en el tiempo: orden y seguridad. Bajo ese principio, el fin – orden y seguridad- justifica los medios. Pero esta concepción de la “razón de estado” no es la única.
Una de las teorizaciones más célebres sobre este tema fue la de Max Weber. En conferencia “La política como vocación” (1918), el científico e intelectual alemán realizó la interesante diferenciación entre convicción y responsabilidad respecto a la práctica política. Weber observó que en la política por responsabilidad había más elementos éticos que en la política por convicción. Pues el “político responsable” asume la realidad pública tal como se presenta, en toda su complejidad y pluralidad, y toma decisiones que no ocasionan mayores desordenes y problemas de los que ya existen. En ese sentido, el político responsable limita sus convicciones ideológicas y sus sentimientos morales en pos del bienestar de su país. Weber era muy consciente que el estado moderno, convertido en una enorme maquinaria despersonalizada e instrumental, iba concentrar más poder que en otras formas de estado anteriores. Y que por eso mismo debía ser dirigido de la forma más responsable y racional posible, pues, en manos de políticos emocionales, poco formados, carentes de estructura y sin filtros racionales, podrían causar enormes perjuicios a sus sociedades. De modo que era fundamental limitar la política “por convicción” pues ésta se niega a desarrollar una perspectiva realista de las relaciones del poder.
La decisión política de Suecia y de Finlandia de ingresar a la OTAN está movida por “razones de estado” en el sentido weberiano. Ambos gobiernos socialdemócratas (centro izquierda) han realizado una evaluación de la situación real y han limitado sus convicciones históricas debido al cambio drástico de escenario. La realidad se impone y actuar en contra de ella es pernicioso. ¿Por qué? Porque la realidad es compleja y plural. Y hay que saber adaptarse para evitar lo peor (la destrucción) y mantener las posibilidades de lo mejor.
Comparte esta noticia
Siguenos en