Como sabemos, el transhumanismo es un movimiento cultural, ideológico e intelectual que busca mejorar la condición humana mediante el uso de tecnologías avanzadas, como la ingeniería genética, la inteligencia artificial y la biotecnología. Los transhumanistas sostienen que estas mejoras nos pueden conducir a una nueva etapa evolutiva, donde los humanos superen sus limitaciones biológicas y alcancen un estado "posthumano". Esto es, adquirir una condición en el que se hayan trascendido las limitaciones biológicas a través de avances tecnológicos. Este nuevo estado podría incluir mejoras significativas en capacidades físicas, cognitivas y emocionales, así como la eliminación del sufrimiento físico, la reducción considerable de las consecuencias del envejecimiento y, sobre todo, la prolongación de la vida se forma indefinida.
Por otro lado, los bioconservadores se oponen a las intervenciones radicales en la naturaleza humana. Este grupo defiende la conservación de lo que consideran la "esencia" humana y advierte sobre los riesgos asociados con las mejoras tecnológicas. De ahí que manifiesten sus preocupaciones sobre la manipulación genética, la fusión entre lo humano y lo cibernético, y que se modifique la naturaleza humana hasta hacerla irreconocible. Para los bioconservadores se presentan nuevos y grandes desafíos en términos éticos. Se oponen a las tecnologías que consideran inseguras o que podrían exacerbar las desigualdades sociales, como el acceso disímil a mejoras tecnológicas. Temen que solo una élite tenga acceso a estas tecnologías, lo que podría crear una brecha aún mayor entre diferentes grupos sociales. Se que estaríamos hablando de una suerte de eugenesia propiciada por las nuevas tecnologías de intervención biológica.
El debate entre transhumanistas y bioconservadores no se resuelve fácilmente, ya que ambos evidencian diferentes visiones del futuro humano frente a cambios que cada día se presentan como inevitables. De ahí que la "razón" de algunos de estos grupos puede depender del contexto en el que se evalúen estos argumentos: si se prioriza el progreso tecnológico y la libertad individual o si se valora la preservación de la condición biológica de la naturaleza humana y las consideraciones éticas alrededor de la misma. Este diálogo es crucial para definir cómo abordaremos el futuro de la humanidad en un mundo conducido por los avances tecnológicos. Sobre todo, cuando la “singularidad” está muy cerca de alcanzarse debido a los enormes progresos técnicos, especialmente en IA y en la extensión considerable de la vida biológica, provocando una modificación irreversible en la civilización.
La adaptación social a la singularidad tecnológica es un tema que implica una serie de desafíos y oportunidades a medida que la inteligencia artificial y otras tecnologías avanzadas comienzan a superar las capacidades humanas. De ahí que sea fundamental entender la magnitud de lo que se está desarrollando delante de nuestros ojos, y que establecen un escenario cultural muy diferente y retador. Esto adquiere mayor relevancia en países como el Perú, donde las brechas de diverso tipo son muy grandes. En ese sentido, por el bien de las generaciones futuras de nuestro país, es importante ilustrarse sobre los debates de esta época, para saber en qué mundo nos estamos adentrando.
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