A menudo decimos que el Perú está sentado en una mina de oro, lo cual responde a una verdad en dos partes. La primera es que gozamos de recursos como materias primas que han sido un componente importante de nuestro crecimiento económico. La segunda, más incomoda, es que, al no tener valor agregado, estas industrias no desarrollan trabajos para personal calificado y producen salarios más bajos que si transformásemos estas materias en bienes terminados.
En algún momento durante el inicio de la década de los 2000, los países latinoamericanos se propusieron impulsar y desarrollar el sector manufacturero para evitar la dependencia en la exportación de materias primas para el crecimiento económico del país. Para ello, la producción de acero era clave, pues el acero es el componente básico de casi todo, desde electrodomésticos hasta puentes o vehículos.
En ese entonces, logramos como región contribuir con el casi 7% de la producción de acero mundial, pero fuimos rápidamente opacados por China, el principal productor y agente en la industria. La producción se estancó y luego comenzó a caer hasta representar el 3% de la producción global en el 2020.
Pero el problema no acaba ahí. China produce acero con un precio muy por debajo del mercado, gracias a subsidios de su gobierno, dando como resultados que los demás productores no puedan competir y que se prefiera importar antes que promover el desarrollo de la industria local. Esto llevó a que países como Estados Unidos y regiones como Europa decidan aplicar fuertes aranceles (llegando hasta el 25%) a la importación de tipos de acero chino. Cuando China no puede exportar hacia dos de los mercados más grandes, voltea hacia nosotros, Latinoamérica.
El problema es que, debido a nuestras relaciones con China, dependemos fuertemente del comercio con ellos, por lo que nos sentimos incómodos de aplicar aranceles por temor a que impongan medidas proteccionistas en alguno de los tantos bienes que exportamos hacia ellos. En la región, solamente México y Chile han decidido imponer aranceles, mientras que Brasil optó por combinar aranceles y cuotas de importación para el acero.
Una vez que grandes mercados como el estadounidense o el europeo aplican medidas proteccionistas, es nuestro continente uno de los más afectados. Al final, tenemos que decidir entre proteger nuestra industria menos desarrollada o dejarla competir y perder contra China. En ambos el resultado coincide entre: perder competitividad, enfrentar precios más caros, o perder productividad.
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