Las ventajas de la bondad

La bondad es contagiosa.

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Desde el inicio de la pandemia por la COVID-19 nuestras prioridades y responsabilidades cambiaron. Los padres tuvieron que aprender a encontrar un balance entre sus deberes laborales y las tareas de sus hijos en las clases por videollamadas, todo ello mientras las interacciones se reducían a través de Internet. Asimismo, tuvimos que suspender los encuentros ocasionales en los pasillos del trabajo en el que solíamos intercambiar pequeñas discusiones, agradecimientos, un reconocimiento de nuestros superiores tras terminar una reunión en las que presentamos o inclusive el compartir un almuerzo, que eran oportunidades para conectarnos socialmente con los demás y que eran partes importantes de nuestra vida en la oficina. Durante este proceso, la bondad y la gentileza jugaron roles importantes para mantener la productividad, el sentido y disfrute de la vida laboral.

Para empezar, el beneficio más importante de practicar la bondad en el trabajo, refiere al impacto directo que este tiene en nuestros colegas. El obtener reconocimiento ayuda a las personas a reducir su nivel de estrés, los ayuda a sentirse realizados, incrementa su autoestima, mejora la percepción que tienen de sí mismo y provoca respuestas positivas, las cuales alimentan un círculo que se expande en la oficina ofreciendo un mejor clima. Sin tener que darle vuelta, la razón es simple: escuchar un cumplido confirma nuestro valor y percepción personal. Pero también el ser bondadosos es provechoso para nosotros mismos. Ya sea al dar un cumplido, regalar un presente a alguien que estimamos o hacer un voluntariado nos producen satisfacción y sentido por dos razones: Primero, estamos invirtiendo en algo más grande que nosotros mismos y, segundo, el beneficio hedónico de ser bondadosos con los demás.

Ahora que la reactivación permitirá a algunos regresar parcial o íntegramente a nuestros centros laborales, debemos continuar la práctica de la bondad entre nosotros y con aquellos que permanezcan trabajando en remoto. Esta práctica debe comenzar por los líderes, pero es una virtud que puede fácilmente expandirse cambiando la cultura dentro de la organización.

Director General de CENTRUM PUCP Business School, Doctor en Administración de Empresas de Maastricht School of Management, Doctor en Administración Estratégica de Empresas de la Pontificia Universidad Católica del Perú, Magister en Administración de Empresas y Licenciado en Economía de la Universidad Pacífico, Investigador y Profesor Distinguido por excelencia académica y producción intelectual CENTRUM PUCP.

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