Percy Marquina
Director General, Centrum PUCP
Lucas es un consultor en su segundo año trabajando para una empresa. Una de sus clientes, llamémosla Amanda, suele diferir mucho en perspectiva y manera de pensar. En su inexperiencia, Lucas solía criticar de manera regular con sus compañeros la dirección por la que Amanda deseaba llevar el proyecto, sus decisiones y el ritmo al cual lo llevaba.
Un día Lucas respondió directamente a uno de los correos de Amanda, pensando que lo reenviaba a sus compañeros, expresando lo que pensaba sobre la opinión de Amanda sobre lo que sería el próximo paso en el proyecto. Al darse cuenta de su error, inmediatamente conversó con su superior y partió a buscar a Amanda a su oficina para ofrecerle sus disculpas. Ante su sorpresa, Amanda le comentó que no era la primera vez que le sucedía, y que la próxima vez que tuviese un desacuerdo, lo mejor era que se lo comentara para poder discutir sobre ello.
Con los años, me doy cuenta que todos tenemos un poco de Lucas en nosotros. Las personas tenemos miedo al desacuerdo ya que consideramos que al decir: “opino diferente” o “no estoy de acuerdo”, estamos siendo irrespetuosos o agresivos con la otra persona. Y aunque estar de acuerdo puede ser la salida más fácil, no es una solución en el largo plazo y nos priva de una relación constructiva con las personas. No existe realmente un ambiente laboral donde no haya desacuerdos.
La fricción puede generar creatividad, pues cuando dos personas discuten sobre sus puntos de vista pueden dar como resultado un mejor enfoque. Inclusive cuando la crítica es dirigida hacia nosotros, esta puede dar paso a una mejora en nuestra productividad, pues puede ser una oportunidad para aprender nuevas formas de hacer las cosas. Además, al trabajar en desacuerdo para encontrar una solución, aprendemos de lo que les importa realmente a los demás, así como de sus preferencias de trabajo. Finalmente, esto deja un buen precedente en tu historial: es posible tener buenas discusiones inclusive en desacuerdo contigo.
Tomemos pequeños pasos hasta sentirnos cómodos en expresar nuestro desacuerdo con los demás. Esto contribuirá a una mejora en la productividad y en nuestras relaciones interpersonales.
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