Los tiempos cambian vertiginosamente y las crisis, como una pandemia global, son generadoras de sufrimiento, pero también de cambio, el cual exige al sujeto la adaptación, buscando así las herramientas necesarias para sobrevivir. Sin embargo, cuando no se ven las alternativas, nos bloqueamos y huimos de forma conductual (alejamiento, renuncia, abandono) o mental (negarse a innovar –manteniéndonos en las estrategias antiguas, aunque no resulten efectivas) de algún problema o situación.
Es así como muchos docentes se escudaron en la falsa creencia de que ya se volvería al estado inicial (educación presencial) o que la enseñanza virtual significaba seguir haciendo lo mismo, pero por otros medios. Esto generó que la enseñanza no alcance al estudiante y por ende no cuente con las herramientas necesarias para seguir desarrollándose y preparándose como profesional.
Si logramos manejar la angustia de las crisis podremos reinventarnos para dar respuestas a las nuevas necesidades, asumiendo que la enseñanza virtual de emergencia dejará impactos duraderos y positivos en nuestras formas de enseñanza. La situación de crisis de la educación superior, sin negar todas sus dificultades y pérdidas, puede convertirse en un espacio de aprendizaje y sabiduría.
Planteo cuatro aprendizajes fundamentales para la educación superior que ha surgido o se han consolidado con la pandemia:
Desarrollo de la autonomía. La educación virtual ha sido muy demandante para los alumnos que tenían poco desarrolladas las estrategias de trabajo autónomo. Ya que esta eliminó la presencia del docente, la mirada que convoca al alumno a prestar atención y que vigila (intencionalmente o no) que el alumno se mantenga en tarea. El medio virtual exige que el estudiante sea su propio regulador, debe desarrollar estrategias para aprender de manera autónoma y comprometerse en el seguimiento de las clases más allá de la exigencia externa. El uso de las cámaras sirve para mitigar esta dificultad, pero no es suficiente. El desarrollo de la autonomía no se resuelve con acompañamiento paternalista, sino todo lo contrario, con un moldeamiento de autonomía y la exigencia de trabajo en etapas y por objetivos.
Comunidades de aprendizaje. Son espacios de aprendizaje, no necesariamente formales, que cumplen una tarea fundamental en el desarrollo académico y como grupo de soporte. La virtualidad en pandemia significó un deterioro de los vínculos amicales al impedir las formas habituales de socialización. Este resquebrajamiento mostró la fragilidad de las comunidades de aprendizaje que se formaban espontáneamente en las universidades. Se impone la necesidad de acompañar y ayudar a los alumnos -con mayor fuerza- en el desarrollo de competencias para la consolidación de comunidades de aprendizaje en oposición al trabajo solitario y aislado que es, para algunos jóvenes, zona de confort.
Cuidado de la salud mental. En los últimos años el cuidado de la salud mental ha ido ganando importancia. La pandemia y la enseñanza virtual mostró -de manera cruda- el impacto de la salud mental en las posibilidades de desarrollo académico. La angustia por el virus, los duelos, las pérdidas económicas, la inestabilidad política que la acompaña y la adaptación a una nueva forma de aprendizaje, tuvieron grandes impactos en el alumnado. Queda claro que la salud mental de nuestros alumnos debe ser cuidada desde todos los frentes (desde la universidad hasta en las familias el cuidado psicológico es importante que sea prioridad). Es común que los padres no valoren su importancia y cometan el error de no reconocer que la inversión en salud mental, es la inversión más significativa para el cuidado y el desarrollo de sus hijos. Seamos parte del cambio.
Herramientas virtuales. En los dos últimos años los profesionales, de todas las áreas, han descubierto herramientas tecnológicas que no conocían antes y que resultan muy eficientes para el logro de sus responsabilidades. Lo mismo ha sucedido en la educación superior. Ahora que el estado de emergencia va pasando y se regresa, paulatinamente, a la presencialidad, aparece un nuevo reto: ¿cómo retomar los beneficios de la presencialidad, pero nutridos por los aspectos positivos de la virtualidad? Debemos aprovechar las dinámicas de encuentro personal que nos permiten un acompañamiento cercano, empático y humano, pero sin perder las estrategias virtuales como soporte para el seguimiento de un trabajo continuo y asincrónico y que, a su vez, nos permiten llevar educación de calidad a espacios donde no llegábamos antes.
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