“Los que los conocieron señalan que don José y don Emilio siempre mostraban una gran preocupación por el bienestar de sus empleados, a quienes consideraban como su familia” (Referencia a José Vila y Emilio Fernández Santa María fundadores del Grupo San Antonio*)
En las organizaciones de éxito una parte esencial de la cultura organizacional son los valores que constituyen el andamiaje sobre el cual se soportan un proceso de producción eficiente, una atención al cliente de excelencia o un servicio posventa que genera valor a los usuarios. Estos valores se transmiten a través del tiempo desde la visión de los líderes fundadores pasando por la mente de sus colaboradores, estos son finalmente quienes los ponen en práctica en su contacto con el cliente, logrando ese impacto positivo tan apreciado por los clientes.
Pero, ¿qué sucede cuando estos valores positivos tienen la oportunidad de transmitirse a través de varias generaciones de colaboradores? Entonces, tenemos como resultado que la tradición se convierte en un sello distintivo de la organización.
El año pasado en la Universidad ESAN tuvimos la oportunidad de recibir a Carlos Pellas, quinta generación de los fundadores y CEO de la empresa nicaragüense Flor de Caña, quien este año cumple 134 años de fundación. Según estadísticas del Family Business Institute (FBI) son solo el 3% (o menos) las empresas que sobreviven a la quinta generación como es el caso de esta empresa que está posicionada entre los líderes a nivel mundial de venta de ron. Esta empresa, además de la continua adaptación a su entorno, ha podido ver a generaciones de familiares de los fundadores de la empresa compartir con generaciones de colaboradores, las vicisitudes y retos del negocio que le han permitido no solo sobrevivir sino destacar en su actividad.
En un estudio de investigación aplicada sobre cultura organizacional que venimos trabajando conjuntamente entre la Universidad ESAN y la empresa consultora ASERTIVA, tuvimos la posibilidad de entrevistar a Rubén Sánchez, CEO del Grupo San Antonio, empresa que se hizo reconocida en el mercado nacional porque durante la pandemia tomó la decisión de no despedir a sus colaboradores sino mantenerlos en sus locales. Cuando le consultamos a Rubén sobre su decisión, la respuesta fue que los colaboradores eran considerados familia, y a la familia no se le despide, se le apoya. Muchos de ellos vienen de más de una generación acompañando al negocio y compartiendo su éxito, pero también de enfrentar juntos los momentos difíciles. Sin duda el excelente servicio brindado a los clientes en cada uno de sus locales responde a estos valores transmitidos a sus colaboradores: ellos son una familia. Los fundadores de la originalmente llamada pastelería San Antonio, los ciudadanos españoles Don José y Don Emilio creían en el amor al trabajo con sus semejantes y a la generación de empleos dignos y creativos (*), que era sin duda un importante valor de su cultura organizacional que ha perdurado hasta el día de hoy.
En los años noventa se hizo popular un slogan publicitario de televisión de la empresa Universal Textil, el mismo que acompañado de una pegajosa melodía donde una niña disfrazada de abuelita decía “Polystel se mantiene joven, aunque pasen los años”, haciendo alusión a que las prendas elaboradas por esta empresa textil mantenían su calidad a pesar de los años. Una empresa que a pesar de los años mantiene vigentes sus valores (jóvenes) a través de sus colaboradores, tiene el potencial de convertirse en exitosa. La cultura organizacional también está instalada en la mente de las personas que forman parte de la empresa y los valores positivos que la constituyen tienen la posibilidad de perdurar a través de varios años (o generaciones) de colaboradores, convirtiéndose en un gran activo a ser capitalizado por los líderes. El éxito de empresas como Flor de Caña y San Antonio nos muestran el camino a seguir.
(*) https://www.peru-retail.com/pasteleria-san-antonio-la-historia-de-dos-amigos-que-hicieron-realidad-un-gran-sueno/
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