El calentamiento global es ya una realidad indiscutible. Uno de sus efectos más evidente e inmediatamente dañoso es el de la intensificación de los desastres naturales, tanto en cuanto a la frecuencia de su ocurrencia como por sus efectos destructivos. Por ejemplo, en los Estados Unidos, los huracanes, los incendios forestales, las inundaciones y las tormentas, están teniendo efectos tan devastadores que ponen en cuestión la habitabilidad de localidades enteras.
De un lado está la destrucción que ocasionan los desastres naturales, y cuya reparación demanda miles de millones de dólares del conjunto de las personas afectadas y de las entidades gubernamentales, además de lo irremediable que resulta la pérdida de vidas humanas. El reciente huracán Helene, en la costa este de los Estados Unidos, se ha cobrado al menos 230 muertes en Florida, Georgia, Carolina del Sur, Carolina del Norte, Tennessee y Virginia, cuando inundó ciudades, destruyó carreteras y puentes y arrasó casas. Se prevé que los efectos del venidero huracán Milton serán similarmente devastadores.
Del otro lado está el astronómico incremento del costo de las pólizas de seguro para cubrir los riesgos ante tales desastres, y en muchos casos ya incluso la negativa de las compañías de seguros de otorgar coberturas a inmuebles y personas radicados en localidades definidas como de alto riesgo.
Algunos de los principales desafíos que enfrentan las áreas costeras de los Estados Unidos debido al calentamiento global incluyen:
1. Aumento del nivel del mar: a medida que aumentan las temperaturas, los casquetes polares y los glaciares se derriten, lo que lleva a un aumento del nivel del mar. Esto puede resultar en un aumento de las inundaciones costeras, erosión de las playas y la infraestructura costera, pérdida de hábitats costeros e intrusión de agua salada en fuentes de agua dulce.
2. Mayor intensidad de las tormentas: las temperaturas más cálidas pueden provocar tormentas más intensas y frecuentes, como huracanes y tormentas tropicales, que pueden causar daños significativos a las comunidades costeras, la infraestructura y los ecosistemas.
3. Erosión costera: el aumento del nivel del mar y las tormentas más frecuentes pueden acelerar la erosión costera, amenazando hogares, empresas e infraestructura crítica a lo largo de la costa.
4. Riesgo para las comunidades costeras: muchas comunidades costeras corren el riesgo de inundarse o volverse inhabitables debido a los impactos del cambio climático. Esto puede provocar el desplazamiento de poblaciones, la pérdida de propiedades y perturbaciones en las economías locales.
5. Impactos económicos: las áreas costeras contribuyen significativamente a la economía nacional, regional y local, a través del turismo, la pesca, el transporte marítimo y otras industrias. Los impactos inducidos por el cambio climático pueden tener efectos perjudiciales en estos sectores, lo que genera pérdidas económicas y pérdida de puestos de trabajo.
A su vez, las localidades boscosas enfrentan el riesgo creciente de incendios forestales, que arrasan a su paso con casas, edificios, locales públicos e instalaciones productivas.
Ante tales escenarios, empiezan a generarse flujos masivos de migración de personas en busca de localidades de sustanciales menores riesgos relacionados con el cambio climático. Muchos de los habitantes de la costa sur de los Estados Unidos son adultos mayores que se radicaron allí en consideración a sus condiciones climáticas menos severas, de modo que migrar hacia el norte de su país o hacia Canadá no es una opción viable o atractiva. Y, como suele decirse, toda crisis crea a la vez oportunidades: la mayoría del territorio del Perú está menos expuesto a riesgos de desastres naturales causados por el cambio climático y goza de condiciones climáticas relativamente benignas en comparación con las existentes en latitudes más lejanas de la línea ecuatorial.
Pero la decisión de migrar hacia otro país es compleja y requiere la consideración de variados factores. Por ejemplo, los factores que podrían influir en la decisión de migrar de los Estados Unidos a América Latina para evitar desastres naturales pueden incluir percepciones de seguridad y riesgo, incluyendo la seguridad jurídica, es decir la adecuada tutela de los derechos de las personas; el acceso a recursos e infraestructura; la existencia de lazos familiares o conexiones culturales con un país específico, incluyendo la no existencia o superación de barreras lingüistícas; así como consideraciones económicas. Además, algunas personas o familias pueden estar buscando un entorno menos poblado o más rural para escapar de posibles desastres, o pueden estar buscando un estilo de vida o clima diferente.
Los venideros flujos masivos de migración climática internacional abren la posibilidad para que el Perú sea un activo receptor de personas de alto poder adquisitivo que deseen radicarse nuestro país. Esta es una nueva oportunidad que podría abordarse a través del desarrollo de proyectos inmobiliarios en localidades particularmente atractivas como las costas norte y sur, o en determinados lugares de nuestras serranía y selva.
Pero esta oportunidad nos plantea la urgencia de poner nuestra casa en orden, particularmente respecto a generar condiciones adecuadas de gobernanza en todos los niveles gubernamentales; a lograr estándares eficaces de ordenamiento territorial; y a contar con suficientes condiciones de seguridad pública. Todos estos son factores que cualquier migrante extranjero ponderará antes de decir relocalizarse.
Sería aconsejable establecer un mecanismo público-privado para abordar concertadamente la elaboración y la implementación de una estrategia para la captación de migrantes climáticos extranjeros. No debiéramos desaprovechar esta nueva oportunidad como ya lo ha ocurrido con la reciente tendencia de relocalización global de centros de producción conocida como nearshoring, que países como México y Colombia sí están promoviendo.
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