La coyuntura política peruana (primera parte)

Sostenemos que los partidos políticos no están en crisis, porque generalmente son un aparato burocrático en función de un grupo determinado y acotado de personas. Lo que está en crisis es el sistema de creencias entorno a los medios y fines del ejercicio de la política. ¿Para qué hacemos política?

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Nuestro análisis busca entender lo que realmente sucede en el hoy de la política peruana, aunque sin caer en el tecnicismo de los juristas cuando evalúan el impacto de las Constituciones en el desarrollo de la sociedad civil, aunque consideramos que la forma como el Pacto Social entre los peruanos se ha realizado, quizá determina el contenido que la historiografía acopia para los interesados en desentrañar la estructura de las cosas, y no la frivolidad de la moda.

También nos cuidaremos de arribar, en nuestro análisis, del sobreuso de la data, aunque consideramos que la objetividad es una instancia a la que sin duda debe apuntar la ciencia social, en tanto que ciencia.

La historiografía política indica que desde el año 1992, inmediatamente después del autogolpe fujimorista, determinadas agrupaciones políticas signaron su programa: desplazar al fujimorismo del poder, y evitar a toda costa, que el Apra retorne al poder (cf. Henry Pease La política en el Perú del siglo XX).

La clase política oficialista gobernó hasta el año 2001 (aunque su estrato social proviene de un clivage formado desde finales de la década del 70). Quizá lo que representó el FREDEMO se distribuyó en la estructura partidaria del Dr. Alejandro Toledo, para las elecciones de 2001. Empero, se desplazó políticamente al fujimorismo, aunque constitucionalmente, las reglas neoliberales en el funcionamiento del Estado, poco o nada han variado.

Poco importa tal vez el contraste de artículos entre las Constituciones de 1980 y 1993, si antes no esclarecemos el alcance de una Ley Orgánica, con respecto a las demás normativas en el gobierno del Estado.

La distribución de la clase política, a partir de la década del noventa se dispersa en organizaciones políticas cohesionadas a nivel de un buró político, con raigambre social en función de los intereses sociales compelidos a cumplir, aunque sin tradición social.

Mientras que, los partidos con tradición social y con raigambre social, no podían cumplir ya con los intereses sociales (su Programa). Ya sea porque el buró político ha terminado de transitar de un Programa con fines teleológicos a un Programa con fines de permanencia, o porque el “contexto neoliberal” de las cosas es un sistema dado y presupuesto, que desborda cualquier fundamento universal (la doctrina) previo.

Sostenemos que los partidos políticos no están en crisis, porque generalmente son un aparato burocrático en función de un grupo determinado y acotado de personas. Lo que está en crisis es el sistema de creencias entorno a los medios y fines del ejercicio de la política. ¿Para qué hacemos política?, es la pregunta que se formula hoy alguien indagando sobre un espacio acotado, cuyo contenido es el costo de la intriga, pero cuyo beneficio es cualquier forma que para el interesado cobre el valor-concepto del “poder”.

Frente al ¿para qué hacemos política?, pueden acopiarse otras formulaciones de pregunta: ¿por qué y para qué formamos un partido político? Un cuadro político de los 70, descubre la pregunta porque ha llegado antes a la respuesta: para hacer la revolución se necesita un partido político. El sistema de creencias entorno a lo político ha devenido solamente como un quehacer de colmar intereses individuales. Pero, uno de sus componentes ha primado en el contexto neoliberal, pues el componente político se ha pauperizado. Pero el partido político, en tanto organización burocrática ha seguido funcionando. El funcionamiento de un partido político no lo define su coyuntura electoral. Es decir, existen plenamente los partidos políticos, y la naturaleza del ejercicio de la política está intacto. El esclarecimiento de la coyuntura está en función de cuánto realmente esclarecemos determinados pasajes de la historia, de la política peruana.

Directora Ejecutiva de la Revista SÍLEX y profesora principal de la Escuela de Filosofía de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya. Filósofa por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Obtuvo maestrías en Filosofía, Sociología y Filología Románica por la Universidad de Friburgo, Alemania. Es doctora en Filosofía en la especialidad de filosofía social por la Universidad Johann Wolfgang Goethe de Frankfurt, Alemania.

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