Una de las premisas en los estudios de interculturalidad consiste en el reconocimiento del otro. La interacción intersubjetiva se lograría plenamente cuando reconocemos al otro como un interlocutor válido. Sin embargo, ser un interlocutor válido, ¿es un estatus o un derecho inherente y que precede al individuo? Al parecer, la validez del interlocutor podría responder a criterios técnicos, como el de contar con la ciencia de determinado conocimiento; mientras que el carácter de otro, se remite al de prójimo.
Para ser interlocutor válido se requeriría desde un objetivo criterio técnico hasta un subjetivo criterio social; pero para ser prójimo, solo se requiere el objetivo estado de estar ahí. La existencia, el ser o estar ahí, remiten al universo conceptual de la corriente existencialista. En esta misma línea de pensamiento, existe una cara idea que se encuentra en el estudio del pensamiento de Dostoievski, sobre todo atendiendo a su obra Los hermanos Karamasov, y tiene que ver con lo siguiente: si Dios no existiera, entonces todo estaría permitido.
Creemos que la hondura del pensamiento existencialista no estriba en que el misterio de la existencia sea una oportunidad de participar del Ser, sino en los presupuestos que existen para sostener lo que podríamos definir como un «sistema del Ser». El esclarecimiento del rol del otro y de Dios en el Estado, serían, pues, los temas relevantes a tratar por los responsables del gobierno. La relación entre el Estado y la Iglesia es de larga data y remite al ordenamiento jurídico y de libertades de cada sociedad del Occidente; empero nuestro punto es el siguiente: Si la hipótesis de la no existencia de Dios remite a la acción arbitraria de la humanidad, la hipótesis de la existencia de Dios puede remitir a morigerar esa acción humana, con lo cual podríamos arribar a una asociación fuerte de conceptos: Dios-Prójimo.
La hipótesis de la existencia de Dios remite a procurar en la praxis el cuidado del prójimo. Sin embargo, ¿vivir con la idea presente de Dios es similar a vivir con una religión? Quizá el soporte de una religión sea la institucionalidad, y finalmente el lugar de ella en el organigrama estatal. Sin embargo, la idea de Dios, remite en última instancia al sentido que vincula al sujeto con su existencia. En dicha relación, la intimidad se trastoca con lo institucional. La idea de Dios siempre toca al ser humano, sin necesidad de que éste necesite ser un religioso. La religión es la práctica de una forma en cómo interpretamos nuestra constatación de Dios, quizá.
Sin embargo, quisiéramos enfatizar, la privacía entorno a la idea de Dios tiene que habérselas con la objetividad inmediata del estado del estar ahí del prójimo. Es decir, la idea de Dios y la presencia del prójimo comportan los fundamentos en el sistema del Ser que funciona para el ser humano como un orden de cosas: hoy amanece, más tarde anochece, etc. Nietzsche refería en Verdad y Mentira, en sentido extramoral, que el ser humano construía ficciones para la vida. El pensador dionisíaco, pues, explica cómo el hombre afronta su relación con un mundo materialmente indescifrable en su sentido. Pero esta ficción es de la autoría de un prójimo. Ahora bien, hemos indicado que el cuidado del prójimo puede reforzarse con la hipótesis de la existencia de Dios. Es decir, la realidad inmediata que constituye al prójimo necesitaría de la «dialéctica» de la idea de Dios. ¿Es Dios una idea innata al ser humano? Creemos que puede advertirse que la indagación acerca del prójimo remite a la religión, pero también a la inquietud racionalista del pensamiento entorno a Dios.
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