¿Por qué el metaverso va rumbo al fracaso?

¿Cuál será el futuro de META? No lo podemos predecir, pero dado los miles de despidos de la compañía, la caída de los márgenes y las quejas de los inversores, no parece ser el más auspicioso.

| Fuente: AFP

En sus inicios, internet y las redes sociales eran percibidas por el público como instrumentos para mantener el contacto con nuestros conocidos y obtener información. Sin embargo, conversar con nuestros allegados parece haberse rendido ante cantidades ingentes de información accesoria e irrelevante creada por los propios que la conforman y la alimentan hasta el punto de la intrascendencia más absoluta. O inclusive, a las mentiras que estos generan o que estos difunden.

Cuando en 2011 me encontraba en la Humboldt Universität zu Berlin, en el instituto que comandaba el prestigioso Decano de la Facultad de Economía, Oliver Günther y actual presidente de la German Informatics Society; no se hablaba de otra cosa. Entre los temas de estudio se encontraba el microbloging, Facebook, las redes sociales y su influencia en el interactuar de las personas. Hoy, el centro sigue siendo el mismo, pero las temáticas han cambiado. Actualmente, los temas de interés son la ética en los sistemas de información; los efectos de las redes sociales sobre la autoestima; el cyberloafing, el consumo conspicuo; los algoritmos de gestión, entre otros.

Ahora, los expertos en Marketing parecen no hablar de otra cosa en sus descansos para el café. ¿Cómo va? ¿Para cuándo? ¿Ya pensaron cuanto costarán las campañas?, se preguntan. Deseosos de un instrumento nuevo para alcanzar al consumidor, que tras la pandemia parece haber perdido parte del interés por acudir a internet. Cuando, en realidad, las actividades como desplazarse, ir a comprar o a clases, son las que ocupan parte de su quehacer diario. Pero el trasfondo sigue siendo incierto y la capacidad de influir en el público parece correlacionar de manera directa con la capacidad de decirles solo lo que quieren oír. Esto es, en definitiva, un instrumento del sectarismo propiciado por los nuevos algoritmos de recomendación basados en inteligencia artificial.

Los problemas no han hecho más que empezar, fruto de la forma de actuar de las grandes empresas tecnológicas ¿Influyó Facebook, Twitter y Google en las elecciones de 2016? ¿O fue usada por Cambridge Analytica? ¿Qué es lo que conocemos hasta el momento sobre la forma de actuar de las empresas tecnológicas?

Cuando el dueño de Facebook ideó la creación del metaverso, nada altruista pasaba por su mente, ni el más tibio de los pensamientos de ayudar a la humanidad con, por ejemplo, instrumentos para llevar internet a todos los rincones del planeta. Su obsesión era tan solo una, una vil y despiadada. El control por el control perverso sin ninguna cortapisa. Para ello debía objetivar cada estímulo, cada emoción en el tiempo, en secuencia, en conexión con su subconsciente. Para lograrlo contrató a ingenieros experimentados en el diseño de hardware biométrico para el desarrollo de Oculus. Estos instrumentos con el software adecuado lo convierten en un instrumento de análisis experimental, pudiendo convertir el metaverso en un laboratorio de análisis biométrico a escala mundial; sin las restricciones de control ético sobre el tratamiento de datos en humanos, permitiendo profundizar con certeza en la psiquis humana con el único objetivo de monetizarnos.

Pero sus cálculos fallaron y ello me permite un breve impasse para tomar cartas en el asunto y contar cómo trata de lograr la abducción que persigue con su estrategia. ¿Qué es lo que le falló?

En primer lugar, la premisa básica con la que partió con Facebook no era otra que el instinto primario de cualquier ser vivo, el de duplicarse. Pero claro, para que ello funcione es necesario cierto grado de apego a la realidad para que la expectativa de consumación tenga bases en la posibilidad de materializarse. Muy por el contrario, en el metaverso la premisa es la capacidad de ser quien deseemos. Sin embargo, si esa visión distorsionada de nosotros mismos no coincide con la realidad, tal posibilidad de interacción se desvanece y con ello la cobertura de ese principio fundamental de motivación subyacente.

De otra parte, controlarlo todo tiene un coste, y en este caso el coste se traduce en capacidad de transmisión de datos en red y cuando hablamos de data biométrica a nivel de milisegundos, el volumen de transferencia necesarios diluye cualquier estándar actual.

Por último, rompe con una premisa que había permitido la difusión a gran escala: el uso del smartphone. Y es que el desarrollo del hardware propio para el metaverso al ser exclusivo disminuye en gran medida el efecto de estandarización y en consecuencia su adopción, al tiempo que eleva los costes al usuario. ¿Cuál será el futuro de META? No lo podemos predecir, pero dado los miles de despidos de la compañía, la caída de los márgenes y las quejas de los inversores, no parece ser el más auspicioso.

Luis Ortigueira

Luis Ortigueira Administrador

Profesor tiempo completo del departamento académico de Administración de la Universidad del Pacífico (Lima, Perú) y editor de la revista Journal of Business de la Facultad de Ciencias Empresariales. Es Doctor en Dirección de Empresas y Marketing por la Universidad de Sevilla (España).

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