La hiperfelicidad por indicadores

Instaurar conductas resilientes y favorecer la adaptabilidad implica reconocer la coexistencia de las diversas emociones en los desafíos buscando generar aprendizajes relevantes que potencien el crecimiento y aseguren la sostenibilidad del negocio.

Vivimos peligrosamente influenciados por las poses perfectas que nos muestran las redes sociales y que nos guían a la falacia de la felicidad permanente, de una existencia perfecta, y un optimismo irreal. Cada vez más se puede observar la estrategia de atracción y retención del talento que nos muestran empresas felices en las que abundan las sonrisas (para las fotos) y escasea la vulnerabilidad, el dolor y el fracaso.

Estamos desconectados de nuestra esencia y sobre expuestos a factores externos, lo que provoca una permanente comparación y elevados niveles de frustración pues nunca se es lo suficientemente bueno, lo suficientemente feliz, lo suficientemente nada…. Esta realidad colectiva está desembocando en una masiva afectación de la salud mental producto de una dolorosa pérdida de identidad y de propósito personal.

Vivimos idealizando el resultado y rindiéndole pleitesía al logro por el logro. Hemos dejado de valorar, de disfrutar y de aprender del proceso. Y es, justamente ahí, en el proceso, en el ¿cómo llegamos a la meta? en donde se evidencian nuestros valores, nuestras debilidades, fortalezas y oportunidades, así como los aportes y diferencias de cada individuo.

No se trata de negar nuestra capacidad para promover la felicidad o de lograr metas, si no de incorporar la naturaleza humana en su total dimensión incluyendo los factores emocionales internos surgidos en el proceso ya que intentar negarlos no los desaparece, sino que los resiste haciéndolos más poderosos para terminar manifestándolos de manera tóxica.

Habitamos en un mundo en el que el cambio, la incertidumbre y la inestabilidad son la constante y negar la existencia del dolor, el miedo, la tristeza y la rabia para sumergirnos en el vacío de la hiperfelicidad que nos provea los indicadores que necesitamos para validar nuestro logro; nos anestesia de nuestra capacidad de sentir y expresar emociones mismas que se terminan acumulando y saliendo a la luz de manera disfuncional, convirtiéndonos en una persona que no queremos ser no solo con los otros sino, con nosotros mismos.

Entonces, la felicidad más allá de ser una meta o un indicador de "buenas prácticas" debe constituirse en una forma de vivir que abrace la emocionalidad de los errores y los fracasos tanto como la de los aciertos y los logros para aprender de ellos. No se trata de castrar nuestras alegrías ni esconder nuestros logros, sino de abrir nuevas formas y posibilidades más reales desde la reconciliación con la emocionalidad del proceso.

Instaurar conductas resilientes y favorecer la adaptabilidad implica reconocer la coexistencia de las diversas emociones en los desafíos buscando generar aprendizajes relevantes que potencien el crecimiento y aseguren la sostenibilidad del negocio.

Dejemos de buscar NPS llenos de felicidad y faltos de realidad, pues como dice Henry Van Dyke, "La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos".

Claudia Draghi

Claudia Draghi Coach ejecutiva y de equipos

Docente de Pacífico Business School. Business & Team Coach (ICC, Londres). Administradora y consultora en liderazgo, servicio y procesos de transformación cultural.

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