Alonso Cárdenas
En su última publicación “Resurgir fortalecidos: Evaluación de Pobreza y Equidad en el Perú”, el Banco Mundial (BM) presenta una serie de datos y propuestas que sin duda alguna deben ser puestas sobre la mesa ante el profundo deterioro social, sanitario y nutricional que vive el país.
Un primer elemento a destacar tiene que ver con la gran fragilidad de los logros sociales alcanzados por dos décadas de crecimiento económico prácticamente ininterrumpido pre Covid. Para el BM, la pandemia evidenció la enorme vulnerabilidad de la sociedad peruana que retrocedió una década en apenas un año de crisis. De acuerdo con la Base de Datos Socioeconómicos para América Latina y el Caribe (SEDLAC), el Perú representó la mayor regresión de todos los países analizados del continente. Además, utilizando las estimaciones de la línea de vulnerabilidad internacional de países de ingreso medio, Perú presenta un porcentaje de personas vulnerables similar a El Salvador (39%), pero mayor a países con similar desarrollo como Colombia y Bolivia (31%), Ecuador (34%) y México (37%).
Un segundo elemento sobre el cual tenemos que prestar especial atención son las consecuencias que generó el Covid en el largo plazo. El BM destaca tres por su gravedad. La primera tiene que ver con las afectaciones al capital humano debido al prolongado cierre de escuelas. Recordemos que el Perú fue junto con Honduras, el último país en la región en reabrir los colegios. Segundo, la inseguridad alimentaria. Sobre este aspecto también es relevante recalcar que recientemente la FAO calificó al Perú como el país con mayor inseguridad alimentaria de todos los analizados en América Latina. Tercero, los impactos en la salud mental y el bienestar debido a altos niveles de orfandad. Sobre este punto es importante subrayar que la revista médica británica The Lancet publicó una investigación que halló que el Perú es el país del mundo donde más niños perdieron a un cuidador primario por el coronavirus. Nuestro país presenta la tasa de 10.2 menores en estado de orfandad por cada 1,000, muy por delante de los países más afectados por este drama, como Sudáfrica (5.1), México (3.5), Brasil (2.4) y Colombia (2.3).
¿A qué se debe esta enorme fragilidad? El BM muestra datos de terror que distan mucho de lo que se espera de un país de desarrollo medio. De acuerdo con esta fuente, solamente dos hogares de cada cinco tienen acceso a los cuatro servicios básicos, es decir agua potable, saneamiento, electricidad e internet. Por ámbito geográfico las desigualdades son lacerantes, a nivel urbano más de la mitad de los hogares tiene los cuatro servicios básicos, mientras que en el mundo rural la cifra se ubica en 6%. Otro drama es la infraestructura educativa. Apenas 36% de los colegios, sean privados o públicos, cuentan con agua, desagüe y electricidad al mismo tiempo.
La pandemia también exhibió las debilidades estructurales del mercado laboral peruano. Antes de la llegada del Covid, el 73% se encontraba en la informalidad laboral, uno de los niveles más altos del mundo. En sectores como la agricultura la cifra llegaba al 96%. La expresión más extrema de esta problemática tiene que ver con la productividad. De acuerdo con la OCDE (2015), la productividad de una microempresa peruana era 6%, mientras que en Colombia es 41% y en los países de la OCDE, 57%. Otro estudio de SEDLAC (2021), identificó que el índice de la calidad el empleo en el Perú es apenas 0.53, el más bajo de todos los países estudiados de América Latina. En comparación Bolivia muestra un desempeño de 0.59, Paraguay 0.62, Ecuador y Argentina 0.66, Brasil 0.71 y Costa Rica 0.78.
A manera de conclusión, ¿Qué propone el Banco Mundial para salir de esta situación? Son varios planteamientos, pero destaco los más relevantes a mi criterio. El primero tiene que ver con “promover una nueva forma de crecimiento inclusivo y resiliente”. Esta nueva forma debe tener, bajo la mirada del BM, los siguientes pilares. El primero es mejorar la provisión de bienes y servicios públicos de alta calidad, factor prácticamente inexistente en el Perú de hoy. También, dice el estudio, se requiere una masiva inversión en infraestructura escolar y de tecnología, así como un enfoque especial para el cierre de las brechas de logros y competencias educativas entre estudiantes de distintos niveles socioeconómicos, etnias y áreas geográficas. De igual forma se requiere prácticamente una refundación de la prestación de los servicios de salud, ya que el Perú se encuentra muy rezagado en relación con sus pares latinoamericanos. Para el BM se requiere atención inmediata y políticas públicas sobre salud mental, enfatizando a los niños y jóvenes en la orfandad. Finalmente, es necesario un programa enfocado en aumentar la productividad de sectores muy golpeados por la pandemia, dígase las mujeres, los migrantes y los jóvenes, en aras de reducir la informalidad. Como se ve, las propuestas están claras, sin embargo, nuestra clase política en su conjunto parece que no quiere darse por aludida.
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