Un verdadero terremoto político significó el triunfo del libertario Javier Milei en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) del pasado 13 de agosto. Varios politólogos y analistas argentinos indican que existe un enorme segmento de la población hastiado de la corrupción rampante, de la pobreza generalizada, de la inflación incontenible y de la inseguridad ciudadana que no da tregua. Milei hábilmente se presenta como el candidato que viene a romper con la vieja política y ofrece “sacar a la casta a patadas”. No obstante, este tipo de discurso incendiario en contextos de crisis generalizada puede resultar en un salto al vacío de consecuencias imprevisibles para una sociedad al límite. Veamos.
Los politólogos de la Universidad de Buenos Aires Abal Medina y Julieta Suárez (2002), identifican acertadamente en Argentina un patrón de “sistema partidario estable en un sistema político de alta inestabilidad”. A su vez, el investigador James W. McGuire (1995), afirma que desde 1912, ningún partido que no sea la Unión Cívica Radical (UCR) o el Partido Justicialista (PJ) han producido un presidente de elección popular. Por ende, más allá de los golpes de estado y las interrupciones militares, se puede concluir que la Argentina, a diferencia del Perú, tuvo un sistema bipartidista consolidado. Sin embargo, este bipartidismo se comienza a resquebrajar el 2015, cuando la UCR, luego de una larga agonía, se doblega ante el movimiento Cambiemos de Mauricio Macri (Gallo, 2018).
Empero, ante el agravamiento de la crisis, el incremento de la desesperación y la inoperancia por parte de los diferentes gobiernos, en Argentina comienzan a aparecer factores que se asemejan mucho a la política peruana, resaltando tres. El primero es el surgimiento de demagogos que vilipendian a la clase política tradicional. Estos outsiders de la tradición latinoamericana, proponen soluciones simples a problemas complejos. Segundo, el líder mesiánico no toma en consideración los arreglos institucionales existentes. Y tercero, el caudillo es acompañado por un partido político improvisado y débil.
Es decir, en Argentina somos testigos de un fenómeno que tiene las siguientes vertientes claramente identificables. La primera es el repudio generalizado contra la clase política tradicional. Ese aborrecimiento abre las puertas del poder a demagogos con discursos disruptivos y populistas. Segundo, la imposibilidad de gobernar. El politólogo Andrés Malamud, en una entrevista para la DW, indica que de ganar Milei “el espejo de la Argentina es el Perú”. En otras palabras, los arreglos político institucionales argentinos están diseñados para la cooperación. Si Milei no logra sacar adelante sus propuestas ante un congreso hostil, puede intentar cerrarlo o en su defecto, ser destituido. Esto significa caer en una profunda inestabilidad muy similar a la que vive el Perú. Tercero, las características de su partido, la Libertad Avanza (LLA).
De acuerdo con el periodista Juan Luis González (2023), LLA es el resultado de tres “sellos de goma”, vale decir aquellos partidos que no tienen militantes, ideología, territorios o base social, pero que cumplen con las formalidades legales para competir en una contienda electoral. Uno de los sellos de goma es “del campo popular”, de José Bonacci, personaje investigado por la justicia por sus posturas filonazis. Otra práctica es la compra-venta de candidaturas. A comienzos de julio el empresario Juan Carlos Blumberg denunció ante la prensa que hay aspirantes que "llegaron a pagar hasta 50 mil dólares" por integrar las listas de Milei. Finalmente están las prácticas de reciclaje. LLA ha servido de vehículo para reciclar políticos de otras agrupaciones y de dudosa catadura moral. Sobre este punto, diferentes medios de comunicación han señalado que en LLA van candidatos con pasado peronista y con antecedentes penales.
A manera de conclusión, el acelerado deterioro social y político de la Argentina sobreviene en la aparición de outsiders que se presentan como salvadores de la patria. Estos demagogos desconocen los arreglos institucionales profundizando los niveles de inestabilidad y polarización. A su vez partidos políticos improvisados e inconsistentes acompañan a los caudillos, reduciendo dramáticamente el nivel del debate público. Al parecer el precario y séptico modelo político/institucional peruano comienza a replicarse por América Latina.
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