Para el profesor de la Universidad de París 2, Daniel Amson, el concepto de cohabitación en el sistema político francés hace referencia a aquella situación donde el poder ejecutivo es liderado por dos políticos que no comparten las mismas ideas o no son del mismo partido. En otras palabras, el presidente nombra a un primer ministro (PM) respaldado por un amplio sector del parlamento, a pesar de ser de diferente tienda política.
Es importante recordar que el actual régimen gubernativo galo, la V República, es resultado de uno de los momentos más difíciles y trágicos del siglo XX, la derrota en la guerra de Argelia. Charles de Gaulle, ante esta situación límite, confeccionó una nueva constitución donde se sientan las bases del actual modelo presidencialista francés.
La V República vigoriza la figura presidencial, a imagen y semejanza del general De Gaulle y refuerza el rol del primer ministro, entendido como el responsable de formar gobierno, jefe de la burocracia y garante de la coordinación ministerial. A la par se recalcó un aspecto, el PM debía ser ratificado por el parlamento. De Gaulle asumía que la poderosa figura presidencial serviría como arrastre y el segundo al mando contaría con el amplio favor del Palacio Bourbon, sede de la Asamblea Nacional. Otro factor relevante es que el Código Electoral estipula que las elecciones parlamentarias, a dos vueltas, se celebran 50 días después del ballotage de las elecciones presidenciales.
La apuesta originaria de De Gaulle funcionó más o menos bien, pero el desgaste de los partidos tradicionales y la desafección de los franceses con su clase política disminuyeron la capacidad de arrastre del Presidente, dando paso a la cohabitación. Esta se ha dado ya tres veces durante la V República; la primera se produjo en 1986, cuando el socialista François Mitterrand nombró al conservador Jacques Chirac como primer ministro. La segunda se materializó en 1993, también con Mitterrand cuando le encargó la formación de gobierno al conservador Édouard Balladur. Finalmente, en 1997 Jacques Chirac seleccionó al socialista Lionel Jospin como segundo al mando.
Ahora, ¿es factible la cohabitación en el sistema político peruano? La respuesta es sí, ya que esta se da pero de manera “informal”, en situaciones de alta inestabilidad o crisis política, por ejemplo con Alan García y Yehude Simon. Sin embargo, para que la cohabitación se plasme de modo más institucional debe facilitarse un factor como mínimo: que las elecciones legislativas se lleven a cabo durante la segunda vuelta presidencial.
¿La cohabitación permitiría mayor estabilidad política en nuestro país? En teoría sí, ya que el congreso asumiría un rol más activo, de política pública, y sería corresponsable de una manera mucho directa en los aciertos y fracasos del ejecutivo. Sabotear y boicotear al presidente tendría un alto costo político ante los ojos de la ciudadanía.
Empero, y a manera de conclusión, impulsar la cohabitación en el sistema de representación política peruano, se estrella con una realidad ineludible, la debilidad extrema del sistema de partidos. Sin partidos políticos mínimamente cuajados, no habrá acuerdos de gobierno posibles, previsibilidad en el mediano plazo, y la calidad de la representación será de bajo nivel. Por ende, toda transformación en aras de la estabilidad política, pasa sine qua non, por elevar el nivel de los partidos.
Comparte esta noticia
Siguenos en