En el tablero político de América y Europa existen autoridades, partidos políticos y candidatos definidos por diversos analistas como de extrema derecha, es decir con un fuerte discurso nacionalista y antiinmigración. Destacan por su relevancia Marine Le Pen y Éric Zemmour en Francia, Matteo Salvini en Italia, Viktor Orbán en Hungría, Jair Bolsonaro en Brasil, Donald Trump en Estados Unidos, el partido Alternativa para Alemania y el Vox español. Algunos otros politólogos ven en ellos la reencarnación misma del fascismo ¿Pero realmente es así?
Lo primero que habría que hacer es definir es el concepto fascismo. Grosso modo, el fascismo es una ideología y un movimiento político que nació oficialmente el 23 de marzo de 1919, cuando Benito Mussolini constituyó el Fasci Italiani di Combattimento, grupúsculo que reunía a ex combatientes de la Primera Guerra Mundial. Bajo este paraguas, Mussolini pregonaba una oposición muy violenta a las reivindicaciones de la izquierda y un fuerte sentimiento nacionalista.
Es importante recordar que en esos años, Italia sufría una profunda crisis social, política y alimentaria; factor decisivo que catapultó a Mussolini a fundar el Partido Nacional Fascista en 1921. Un año después, Mussolini llega al poder a pedido del entonces Rey Víctor Manuel III, aunque también aupado por la clase empresarial italiana y el mismo Vaticano, que veían con horror al fantasma comunista surgido luego de la Revolución Rusa de 1917. En 1924, el citado rey convocó a elecciones generales y Mussolini las gana con mayoría absoluta. En 1925, el Duce asume todo el poder gracias a unas leyes conocidas como leyes fascistísimas, que trasforman al Estado en una organización que controla casi por completo la vida de los italianos, naciendo así el Estado fascista.
¿Cuáles son las principales características del Estado fascista? La primera y probablemente la más importante es el totalitarismo, es decir el ejercicio absoluto y sin restricciones del poder. En el Estado totalitario se limitan severamente todo tipo de libertades, bajo un modelo de sociedad militarizado y jerárquico. Otro aspecto clave es la violencia. Los camisas negras eran milicias que, con el aval del Estado, atacaron y hostigaron a intelectuales, periodistas y a todo aquel que se opusiera al Duce. Con las banderas del totalitarismo y la violencia, el fascismo se convirtió en modelo y referencia para otros regímenes autoritarios en Europa, destacándose Francisco Franco en España, António de Oliveira Salazar en Portugal y Adolf Hitler en Alemania.
Entonces ¿En qué se diferencian el fascismo primigenio y los movimientos de extrema derecha de nuestros días? La principal diferencia está en el totalitarismo. Si bien es cierto que la extrema derecha contemporánea recupera algunos elementos fundacionales del fascismo, no abolen la democracia como tal, sino que se sirven de ella, y este es probablemente el factor más peligroso en la actualidad.
El investigador Emilio Gentile, una de las voces más autorizadas para hablar sobre fascismo a nivel mundial, señala en una entrevista con la BBC que el gran riesgo está en que la democracia, en nombre de la voluntad popular, pueda erigir un gobierno con características racistas xenófobas y misóginas. En otras palabras, que la democracia se convierta en una herramienta de represión con consentimiento y anuencia popular.
A manera de conclusión, concuerdo con la tesis de Gentile, el mayor peligro no está en la posibilidad de volver al totalitarismo, sino que la democracia degrade en un sistema implacable y violento que utilice como chivo expiatorio a los más vulnerables de la sociedad.
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