De acuerdo con data del Banco Mundial, Italia es la octava economía del mundo y la tercera de la Unión Europea. Al 2021, su producto interno bruto (PBI) era de dos billones 101 mil millones de dólares, mientras que su PIB per cápita a valores de paridad de poder adquisitivo (PPA) se ubicaba en los 43 mil 376 dólares, dice el Fondo Monetario Internacional. A su vez es sede de varias empresas de clase mundial. Destacan por su relevancia Gucci, Prada, Armani, Bulgari, Nutella, Ferrari, Lamborghini, Maserati y Alfa Romeo, por mencionar algunas.
A nivel político, es importante recordar que Italia es una república parlamentaria con un jefe del Gobierno, el primer ministro, nombrado por el presidente y un jefe del Estado, el presidente. El Parlamento se compone de dos cámaras: la Cámara de Diputados y el Senado de la República. No obstante, a pesar de su gran riqueza y desarrollo industrial, Italia ha padecido una enorme inestabilidad. Desde 1946, año que se instauró la República, han pasado 31 primeros ministros, que han formado 67 gobiernos, con un promedio de 13 meses cada uno, señala la página de la Presidencia italiana. Si nos remontamos a 1900, solamente cuatro primeros ministros han durado más de dos años en el cargo, indica el portal estadístico newtral data. El último de ellos, Mario Draghi, renunció luego de apenas 18 meses de gobierno.
Empero, la renuncia de Draghi en julio de este año llegó en el peor momento por una serie de factores críticos. El primer elemento a destacar es la gigantesca deuda pública de 150% en relación con el PIB que asfixia la recuperación del país. La seguidilla de gobiernos efímeros poco ha podido hacer para implementar una política de reformas esculturales para atacar este problema. Con un escenario de inflación desbocada, el Banco Central Europeo ha implementado un paulatino incremento de los tipos de interés que supone un enorme riesgo para un país tan endeudado como Italia, ya que el acceso al crédito será más caro. La diferencia entre los bonos alemanes e italianos ya es de 220 puntos porcentuales, reviviendo los fantasmas de la crisis del euro del 2010.
Otro factor relevante es el impacto de la guerra en Ucrania. Al momento de estallar el conflicto, Italia importaba el 90% de su gas, siendo Rusia el principal proveedor con 40% del total de las ventas. Si bien es cierto que el gobierno italiano planea sustituir su dependencia rusa con energía proveniente de Argelia, este proceso no es inmediato. Para agravar el panorama, Confindustria, gremio que representa al sector industrial italiano, señala que si se detiene la llegada del gas, la economía italiana, ya de por sí muy golpeada por la pandemia, podría derrumbarse 2%.
Finalmente destaca el aspecto político. Tras la caída de Mario Draghi, se convocaron elecciones generales para este domingo 25 de septiembre. Las últimas encuestas publicadas el 9 del presente mes, apuntan que la ultraderechista Giorgia Meloni de la agrupación Fratelli d'Italia será la vencedora con 24,7% de los votos, frente al 21,5% que obtendría el Partido Democrático de centro izquierda. Se asume que Meloni haría colación con la Liga de Matteo Salvini y Forza Italia de Silvio Berlusconi.
Si bien es cierto que Meloni, euroescéptica, ultraconservadora y soberanista, acaba de expulsar a un candidato por elogiar a Hitler y Putin durante la campaña, la sombra del fascismo la persigue. No es casualidad que Fratelli d'Italia sea el resultado del colapso del Movimento Sociale Italiano, una refundación del Partido Fascista de Benito Mussolini tras la Segunda Guerra Mundial. De igual forma, su cercanía ideológica con el Vox español, el húngaro Viktor Orbán y con la francesa Marine Le Pen es más que evidente.
A manera de conclusión, la elección italiana debe seguirse con suma atención por las implicaciones globales que conlleva. Sin embargo, desde el punto de vista de la Ciencia Política, tal vez lo más relevante sea la presencia cada vez más frecuente de la ultraderecha en espacios de definición política y también dentro de los propios gobiernos europeos. Un eventual triunfo de Meloni marcaría un antes y un después en este aspecto.
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