Todos los riesgos tienen tres cosas en común: la salud, el cambio climático y una población creciente que, según las previsiones de Naciones Unidas, habrá alcanzado los 8.000 millones de personas en torno al 15 de noviembre de 2022, el doble de la población de hace sólo 48 años.
Hay cuestiones que me preocupan profundamente como científica de la población y la salud ambiental.
¿Tendremos suficientes alimentos para una población mundial creciente? ¿Cómo atenderemos a más personas en la próxima pandemia? ¿Qué hará el calor con los millones de hipertensos? ¿Los países librarán guerras por el agua a causa de las crecientes sequías?
Todos estos riesgos tienen tres cosas en común: la salud, el cambio climático y una población creciente que, según las previsiones de Naciones Unidas, habrá alcanzado los 8.000 millones de personas en torno al 15 de noviembre de 2022, el doble de la población de hace sólo 48 años.
En mis 40 años de carrera, primero trabajando en la selva amazónica y en los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades, y luego en el mundo académico, me he encontrado con muchas amenazas para la salud pública, pero ninguna tan inflexible y omnipresente como el cambio climático.
De la multitud de efectos adversos para la salud relacionados con el clima, los cuatro siguientes representan las mayores preocupaciones para la salud pública de una población creciente.
1. Enfermedades infecciosas
Los investigadores han descubierto que más de la mitad de las enfermedades infecciosas humanas pueden empeorar con el cambio climático.
Las inundaciones, por ejemplo, pueden afectar a la calidad del agua y a los hábitats donde bacterias y vectores peligrosos como los mosquitos pueden reproducirse y transmitir enfermedades infecciosas a las personas.
El dengue, una dolorosa enfermedad vírica transmitida por los mosquitos que enferma a unos 100 millones de personas al año, es más frecuente en entornos cálidos y húmedos. Su R0, o número básico de reproducción –un indicador de la rapidez con la que se propaga– aumentó alrededor de un 12% desde la década de 1950 hasta la media de 2012-2021. La temporada de la malaria se expandió un 31% en las zonas altas de América Latina y casi un 14% en las tierras altas de África, a medida que las temperaturas aumentaban en el mismo periodo.
Las inundaciones también pueden propagar organismos transmitidos por el agua que causan hepatitis y enfermedades diarreicas, como el cólera, sobre todo cuando un gran número de personas se ven desplazadas por las catástrofes y viven en zonas con agua de mala calidad para beber o lavarse.
También las sequías pueden degradar la calidad del agua potable. Como resultado, más poblaciones de roedores entran en las comunidades humanas en busca de comida, aumentando el potencial de propagación del hantavirus.
2. Calor extremo
Otro grave riesgo para la salud es el aumento de las temperaturas.
El calor excesivo puede exacerbar los problemas de salud existentes, como las enfermedades cardiovasculares y respiratorias. Y cuando el estrés por calor se convierte en insolación, puede dañar el corazón, el cerebro y los riñones y llegar a ser letal.
En la actualidad, cerca del 30% de la población mundial está expuesta cada año a un estrés térmico potencialmente mortal. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático estima que ese porcentaje aumentará al menos al 48% y hasta el 76% a finales de este siglo.
Además de las vidas perdidas, se prevé que la exposición al calor haya provocado 470.000 millones de horas de trabajo potencialmente perdidas en todo el mundo en 2021, con pérdidas de ingresos asociadas que ascienden a 669.000 millones de dólares. A medida que la población crezca y el calor aumente, más personas dependerán del aire acondicionado alimentado por combustibles fósiles, lo que contribuye aún más al cambio climático.
3. Seguridad alimentaria y del agua
El calor también afecta a la seguridad alimentaria y del agua de una población creciente.
Una revisión de The Lancet descubrió que las altas temperaturas en 2021 acortaron la temporada de cultivo en unos 9,3 días de media para el maíz y seis días para el trigo en comparación con la media de 1981-2020.
El calentamiento de los océanos, por su parte, puede matar a los mariscos y desplazar la pesca de la que dependen las comunidades costeras. Las olas de calor sólo en 2020 hicieron que 98 millones de personas más se enfrentaran a la inseguridad alimentaria en comparación con la media de 1981-2010.
El aumento de las temperaturas también afecta al suministro de agua dulce a través de la evaporación y de la reducción de los glaciares de montaña y del manto de nieve que históricamente han mantenido el flujo de agua durante los meses de verano.
La escasez de agua y la sequía tienen el potencial de desplazar a casi 700 millones de personas para 2030, según estimaciones de la ONU. Combinadas con el crecimiento de la población y las crecientes necesidades energéticas, también pueden alimentar conflictos geopolíticos cuando los países se enfrentan a la escasez de alimentos y compiten por el agua.
4. Mala calidad del aire
La contaminación del aire puede verse exacerbada por los factores del cambio climático. El clima cálido y los mismos gases de los combustibles fósiles que calientan el planeta contribuyen al ozono a nivel del suelo, un componente clave de la contaminación. Esto puede agravar las alergias, el asma y otros problemas respiratorios, así como las enfermedades cardiovasculares.
Los incendios forestales alimentados por ambientes cálidos y secos aumentan el riesgo de contaminación del aire para la salud. El humo de los incendios forestales está cargado de partículas diminutas que pueden llegar hasta los pulmones, causando problemas cardíacos y respiratorios.
¿Qué podemos hacer al respecto?
Muchos grupos y expertos médicos están trabajando para contrarrestar esta cascada de consecuencias climáticas negativas para la salud humana.
Abordar la carga sanitaria de los países de ingresos bajos y medios es fundamental. A menudo, las personas más vulnerables de estos países se enfrentan a los mayores daños del cambio climático sin disponer de los recursos necesarios para proteger su salud y su entorno. El crecimiento demográfico puede agravar estas iniquidades.
Las evaluaciones de adaptación pueden ayudar a los países de alto riesgo a prepararse para los efectos del cambio climático. Los grupos de desarrollo también están liderando proyectos para ampliar los cultivos que puedan prosperar en condiciones de sequía. La Organización Panamericana de la Salud, que se centra en el Caribe, es un ejemplo de cómo los países están trabajando para reducir las enfermedades transmisibles y avanzar en la capacidad regional para contrarrestar el impacto del cambio climático.
En última instancia, para reducir los riesgos para la salud será necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero que impulsan el cambio climático.
Los países de todo el mundo se comprometieron en 1992 a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Treinta años después, las emisiones mundiales sólo están empezando a desacelerarse, y comunidades de todo el mundo sufren cada vez más olas de calor extremas e inundaciones y sequías devastadoras.
La 27 Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático –y que, en mi opinión, no se está centrando lo suficiente en la salud– puede ayudar a llamar la atención sobre los impactos climáticos clave que perjudican la salud. Como señaló el Secretario General de la ONU, António Guterres: Mientras celebramos nuestros avances, “al mismo tiempo, es un recordatorio de nuestra responsabilidad compartida de cuidar de nuestro planeta y un momento para reflexionar sobre los aspectos en los que todavía no cumplimos nuestros compromisos mutuos.”
Samantha Totoni, doctoranda en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Pittsburgh, contribuyó a este artículo.
Maureen Lichtveld, Dean of the School of Public Health, University of Pittsburgh
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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