Solo en el Centro Histórico de Lima existen más de 150 puntos críticos en las principales calles que ocasionan distintos problemas para el tránsito de las personas, según la Defensoría del Pueblo.
En Perú existen 3 millones 209 mil 261 personas con discapacidad, lo que equivale al 10.3% de la población nacional, según cifras del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI). La gran mayoría requiere algún tipo de asistencia para realizar sus actividades cotidianas; sin embargo, el 39% no cuenta con ese apoyo.
A esto se le suma la infraestructura pública que no está pensada para sus necesidades. Solo en el Centro Histórico de Lima existen más de 150 puntos críticos en las principales calles que ocasionan distintos problemas para el tránsito de las personas, según cifras de la Defensoría del Pueblo; huecos en la veredas, buzones y cables expuestos ponen en peligro a los transeúntes.
“Antes se construía pensando en el objeto, en la forma, en la estética más que en la funcionalidad y eso terminaba afectando a personas discapacidad o los niños y niñas, que son parte de la sociedad”, explica Mariana Alegre, directora ejecutiva del Observatorio Lima Cómo Vamos en el programa Hablemos Sosteniblemente de RPP.
¿Qué avances hemos tenido en materia de arquitectura sostenible?
Pese a que aún existen múltiples retos para mejorar los espacios públicos, el hecho de que se esté generando la discusión y el debate sobre los instrumentos, tecnologías y técnicas constructivas que tengan en cuenta la sostenibilidad del entorno y el ambiente es un avance, opina Alegre.
“Nuestras ciudades, en todo el país, han estado pensadas bajo una mirada donde el automóvil o vehículo motorizado de uso particular tenía mayor relevancia. Se diseñaba la ciudad, las calles dándole mucho espacio al auto. No quiero decir que este no deba existir, es un actor importante y cumple una función, pero antes se le daba una relevancia mucho mayor”, sostiene.
Esto fue cambiando poco a poco con la pandemia. “En el 2020 se dio un empujón para tener una ciudad pensada para las personas, se fortalecieron las ciclovías [emergentes] y se pensó más en la calidad del espacio público”, recuerda. Este tipo de procesos nos demuestran que sí se pueden implementar medidas pensadas para el ciudadano.
Pese a que existe un grupo de autoridades que no está de acuerdo con este tipo de tendencia, porque “la ocupación de la calle implica cosas espontáneas y prefieren tener todo controlado, existen medidas que están sobreviviendo”, sostiene la experta. Entre ellas, menciona las ciclovías o el modelo de supermanzanas, una iniciativa que se originó en España.
Las supermanzanas son espacios urbanos de 400 o 500 metros de lado donde no pueden transitar vehículos y “donde pueden jugar los niños, donde las personas invidentes pueden deambular seguras y hacer todos los usos de la ciudad y que la motorización actual no nos permite”, detalla el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Adaptar el espacio urbano a la naturaleza y al ciudadano
“Pensemos en Machu Picchu, nuestra ciudadela inca, que tiene una articulación no solo a nivel de paisaje si no de gestión del agua, por ejemplo. Volvemos a Lima o a cualquier ciudad intermedia del país y nos damos cuenta de que no estamos viviendo sosteniblemente”, refiere.
En esa línea, la experta agrega que no solo debemos enfocarnos en el peatón, si no también entender la ciudad enfocada en la naturaleza que nos rodea. “Somos parte de este ecosistema, debemos logar que nuestra manera de vivir y habitar las ciudades y territorios, sean de construcción sostenibles e integrados al entorno.
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