“No existe nada en el mundo, orgánico o inorgánico, objeto metálico u elemento químico, que haya causado más muertes que el AK-47. El Kalashnikov ha matado más que la bomba atómica de Hiroshima y Nagasaki, que el virus del sida, que la peste bubónica, que la malaria, que todos los atentados fundamentalistas islámicos, que la suma de muertos de todos los terremotos que han sacudido la corteza terrestre. Un número exorbitante de carne humana imposible de imaginar siquiera. Solo un publicista logró, en un congreso, dar una descripción convincente: aconsejaba que para hacerse una idea de los muertos producidos por la metralleta llenaran una botella de azúcar, dejando caer los granitos por un agujero en la punta del paquete; cada grano de azúcar equivale a un muerto producido por el Kalásnikov”. El texto pertenece al libro Gomorra, escrito por el periodista italiano Roberto Soriano, quien dedicó un capítulo a esta arma.Amnistía Internacional calcula que más de 50 ejércitos nacionales tienen el Kalashnikov (llamada también AK-47) como arma regular, que existen 70 millones en todo el mundo y que sus balas causan la muerte de más de 250 mil personas cada año.El AK-47 debe su nombre al año en que se fabricó el primer ejemplar. Cinco años antes, tras participar en batalla durante la Segunda Guerra Mundial, Mijail Kalashnikov sufrió una grave herida en el hombro. Durante su estancia en el hospital escuchó como otros soldados se quejaban de los problemas que habían tenido con sus fusiles en batalla. Fue así como este hombre, que soñaba con construir maquinaria agrícola, trabajó un lustro, hasta 1947, para perfeccionar el arma más revolucionaria de la historia.“El AK-47 es un arma capaz de disparar en las condiciones más adversas”, explica Saviano. “Es imposible que se encasquille, está lista para disparar aunque esté llena de tierra o empapada de agua, es cómoda de empuñar, tiene un gatillo tan suave que hasta un niño puede apretarlo. «Es capaz de transformar en combatiente hasta a un mono», declaraba Kabila, el temible líder político congoleño”.Los sentimientos del creador de este fusil han ido cambiado con los años. Durante una entrevista concedida a El País de España en 1992, Mijail Kalashnikov se mostró crítico con los políticos de la ex Unión Soviética, a quienes responsabilizó del mal uso que se le dio a su invento. “El fusil o el arma en sí no mata. No se puede culpar a las armas de la desintegración de la URSS. Son personas las que han causado esa desintegración y esas personas están utilizando mi invento en forma nefasta”.Sin embargo, en abril de 2013, pocos meses antes de su muerte, escribió una carta al patriarca de la iglesia ortodoxa rusa, arrepentido del dolor y la destrucción que el Kalashnikov había causado. Mi dolor espiritual es insoportable. Tengo la misma pregunta sin resolver: si mi rifle se llevó la vida de las personas, ¿entonces puede ser que soy culpable por las muertes de las personas, aunque fueran enemigos?.La historia del siglo XX está llena de postales con el famoso fusil como protagonista: es el arma que empuñó Salvador Allende para defender el Palacio de la Moneda en Chile del ataque de Pinochet. También es el arma que disparó Osama Bin Laden en uno de sus más famosos videos. Además, aparece en la bandera de Mozambique, así como en los escudos de Zimbabwe y Timor Oriental, y cuenta con un monumento en su honor construido en Egipto.El Perú no es ajeno a la historia de esta arma. A inicios de año, la corporación rusa Rostec le propuso al Gobierno construir una fábrica de Kalashnikov en el país, en un intento por reorientar las exportaciones de este rifle hacia América del Sur, Asia y África, debido a las restricciones impuestas por Estados Unidos a la importación de dicho fusil. Una fábrica idéntica intentó montarse en Venezuela, pero un escándalo de corrupción relacionado a esta obra ha demorado su puesta en marcha.Así describe el escritor español Arturo Pérez-Reverte el valor histórico del Kalashnikov y a su vez la maldición que trajo al nacer, su engaño y miseria para la humanidad: Esa arma barata y eficaz se convirtió en símbolo de libertad y de esperanza para los parias de la tierra; para quienes creían que sólo hay una forma de cambiar el mundo: pegándole fuego de punta a punta. En aquel tiempo, cuando estaba claro contra quién era preciso dispararlo, levantar en alto un AK-47 era alzar un desafío y una bandera. (...) El Kalashnikov, arma de los pobres y los oprimidos, quedó como símbolo del mundo que pudo ser y no fue. De la revolución mil veces intentada y mil veces vencida, o imposible. De la dignidad y el coraje del hombre, siempre traicionados por el hombre. Del Gran Combate y la Gran Estafa.