En lugar de la polémica o los excesos, Bohemian Rhapsody elige el espectáculo. Se impone en pantalla una versión apta para todos de cómo la legendaria banda Queen y su líder Freddie Mercury compusieron y ejecutaron sus canciones más exitosas, y se ven esos momentos de inspiración y de disputas creativas, esas escenas hechas para complacer a los fans.La película elige que todo lo concerniente a la música de Queen brille, pero que los aspectos más personales de Mercury queden en las sombras. Es a partir de esta decisión que uno siente que cuando no hay escenas en ensayos o sobre el escenario todo lo demás se trata de modo superficial, que hay un espacio de la personalidad de Freddie Mercury que es mejor no conocer.Bohemian Rhapsody destaca en la reconstrucción de la época musical de Queen con relación a sus contemporáneos y la potencia que se logra con la escenificación al detalle de conciertos emblemáticos como el Live Aid de 1985 en el estadio de Wembley (Inglaterra).Pero lo mejor de la película es la actuación de Rami Malek como Freddie Mercury. A pesar de que prima una mirada conservadora y que llega a afectar lo que se cuenta, más aún siendo el retrato de un ícono gay, la actuación de Malek se abre camino entre el desequilibrio y la simpatía, desde el joven raro con un gran talento que se enfrenta a los gustos de la industria musical, o la celebridad que en privado acepta su homosexualidad a pesar del alto costo, o siendo el hombre que ha caído a lo más profundo y que enfermo tiene fuerzas para resucitar.En todos esos momentos Rami Malek salva lo más convencional del guion. Y cuando debe ser el cantante Freddie Mercury, quizá el mejor de la historia del rock, logra serlo por su potencia y magnetismo. Su transformación, en especial en la parte final de Bohemian Rhapsody, apunta a ser una de las actuaciones nominadas en los próximos premios Oscar.Valoración: 3.5/5